viernes, octubre 27, 2006

La tarde del martes

El martes por la tarde volví a casa apurada porque todo se ponía negro. Todavía no eran las 18, y cuando llegué desde mi puerta el cielo se veía así...


Todavía había tranquilidad, sin embargo. Él dormía plácidamente...



No pasaron cinco minutos y el temporal se desató. Lluvia fuerte, relámpagos, truenos. Corrí a desenchufar la pc. En unos segundos todo estaba en orden, no había ningún contacto con el mundo exterior desde mi artefacto de trabajo y entretenimiento. Pero él percibió el peligro y corrió a su puesto. Hizo guardia durante toda la tormenta...


Un rato después, cuando ya no había riesgos, prendí la tele, y daban esta noticia...


¿A quien se le ocurre confiscar las tortas fritas en una tarde de lluvia? A la policía, claro, a quien más...

El miércoles por la mañana, ya todo parecía normal.

lunes, octubre 23, 2006

Joaquín y la publicidad



"Son re pelotudas las propagandas de perfume:
sólo te muestran a la mina, y no podés sentir el olor a perfume..."


Joaquín, 11 años

miércoles, octubre 18, 2006

Y aun así


La libertad sale cara:
cuesta sangre, sudor y lágrimas.

viernes, octubre 13, 2006

Más que un extraño trío

Hace unos meses el profesor Portillo me invitó a responder un meme de esos que han circulado bastante por este reducido mundo que algunos llaman blogósfera. Se trataba de describir tres manías o más bien “hábitos extraños”, por supuesto de uno mismo.
Como el profe me otorgó para responder el tiempo que yo necesitara, me tomé, claro, todo el que quise.
En estos días he vuelto a pensar en el asunto de las costumbres extrañas (y fobias y manías, que de todo ese he tenido y tengo, aunque francamente muchas estén en retroceso). Y ayer he encontrado este pequeño texto que escribí en 2004 para un trabajo de la facultad, en el que me describo a mí misma:

Tenía trece años, status de “nena grande” y llaves, porque cuando volvía de la escuela no había nadie en casa. Caminaba tranquila por las calles del barrio, la mente ensimismada en cosas de adolescente. Llevaba la llave colgada del cuello, con un cordón de zapatilla rojo por abajo del guardapolvo. Llegaba a la casa blanca de la calle Lavalle y abría la puerta. Cerraba, y todo en su interior cambiaba.
Nunca había pasado por un robo, ninguna mala experiencia. Pero iba directo, apenas tirada la mochila sobre un sillón, hacia el piso de arriba.
Inspeccionaba su habitación y la de sus hermanos, sobre todo debajo de las camas. Bajaba con rapidez las escaleras, mirando el patio a través de los vidrios. El perro descansaba tranquilo, buena señal. Una rápida mirada a la cocina, y entonces sí, al baño. Antes que nada había que correr la mampara, comprobar que no había nadie escondido en la bañera.
Ahí, recién, el miedo se iba.

Otro hábito de la adolescencia que recuerdo bien era el de ponerme a ordenar la casa después de la una de la madrugada, cuando todos dormían.
En la actualidad, y luego de un pequeño autoanálisis surge que retengo más de tres hábitos poco normales:

Caminar sin rumbo, aun cuando me dirija a un lugar concreto. Supongo que es total falta de orientación, ya sea en una ciudad desconocida, o en el pueblo en que vivo. Ya lo tengo asumido, y me dejo llevar. Finalmente siempre llego :)

Revisar errores aun antes de leer un texto. Ha de ser un defecto profesional (ya que no tengo nada de profesional, al menos sí los defectos). Es involuntario y llega a molestarme mucho. Cuando estoy frente a un texto por leer, mi vista lo recorre cual rayos x, detectando al instante cualquier error de ortografía o tipeo. Si hay varios, invariablemente ya estoy mal dispuesta hacia ese escrito. ¡Y todavía no lo leí!.

Compulsión por los artículos de librería. Seguro conocerán ustedes alguna mujer que demore más de una hora en elegir un vestido. ¿Conocen alguna que tarde ese tiempo en comprar un cuaderno con espiral?. Pues tienen frente suyo el blog de una. En ese sentido, hay lugares que me llevan al máximo de la exageración. Como Portillo, también suelo adquirir de más.

Anexo al anterior: comprar siempre una lapicera nueva cuando tengo un examen. Premisa que este año no se ha cumplido porque: a) casi no he dado exámenes, b) me han regalado muchas lapiceras.

Descarto el de dormir vestida como para ir al Polo Norte en las noches invernales. Dudo que sea un hábito extraño, aunque suelo seguir sintiéndome ridícula.

Almohadas y orejas: el más tierno para el final. La forma en la que acuesto a mis hijos (sobre todo en invierno). Cada vez se resisten más, y es que cada vez están más grandes. La técnica consiste en ajustar de un lado y del otro del colchón sábanas, mantas y cubrecamas, hasta que el niño en cuestión quede prensado cual matambre, y la madre en cuestión (que vengo a ser yo) tranquila de que no van a destaparse durante la noche. La operación se repite ante cada movimiento del niño, hasta que la maníaca madre (yo) por fin se retira de la habitación. Sospecho que el hábito es heredado de mi padre, que se empeñaba en sacar por afuera de las mantas las “orejas” de la almohada, una vez realizado el correspondiente ajuste.

Pues bien, ahora dirán ustedes si de verdad soy tan extraña.

Por supuesto, desafiando las reglas, no le paso el meme a nadie. El que quiera recoger el guante, allí tiene los comentarios, nada de quedarse ahí pensando pa' adentro. Como diría una maestra de primaria cuenten, “así nos divertimos todos”.