sábado, diciembre 22, 2007

El mundo se ha hecho más pequeño

El muchacho recorría aldeas y pueblos con su padre, vendiendo mercaderías. Sabía de dormir en los establos de las posadas, junto al caballo. El mundo era inmenso y su paisaje inmediato tal vez demasiado pequeño.

Había nacido en 1902 en Alcora, un pueblito de la provincia de Castellón de la Plana. Era uno de cinco hijos de un matrimonio humilde. Alcora - España

Su hijo mayor nunca supo bien la razón por la que su padre llegó a Argentina. Creía que había venido a América para salvarse de la “mili”, pero con los años encontró entre sus pasaportes papeles con anotaciones militares. Quizás su aldea le quedó chica, quizás decidió atravesar medio mundo buscando un futuro. El viaje no era corto, nada por entonces era instantáneo, pocas cosas eran, como hoy, fugaces.

En Argentina tenía un tío dueño de un bazar (hoy en el lugar hay una librería). Con 23 años el joven inmigrante llegó a la ciudad de La Plata, a hacer primero de vendedor y después de encargado en el negocio, y allí se casó y tuvo hijos. En 1934 volvió a España en barco a ver a su familia, y al poco tiempo de su vuelta supo de la muerte de su padre, a quien habían matado los “rojos” en la Guerra Civil. En 1950 volvió a viajar a España, ya en avión, por última vez.

La nieta conoció un hombre ya anciano, siempre sentado, de pocas palabras, que sonreía a veces. El no contó su historia, tal vez ya no era tiempo, tal vez sus nietos eran demasiado pequeños y él estaba ya muy cansado.

Lo he imaginado desde que mi mente accedió a esa imagen de vendedor ambulante, recorriendo pueblos, y desde que, vía Internet, he podido ver fotos de su pueblo.

España siempre fue un territorio de fantasías. Quizás por ser nieta de un inmigrante, pero eso no lo sé con certeza. Hay algo allí, siempre hubo algo: una historia, unos lugares, unas voces, incluso unos olores que imagino y me atraen.

Sin embargo España no dejó de ser un ensueño borroso hasta que pude hacer contacto con personas. Discusiones, conversaciones, acuerdos y desacuerdos de un lado al otro del océano en segundos, muchas veces en simultáneo. Muchas veces hubo calidez y sorprendentes coincidencias, de esas que no se encuentran a diario en el entorno cercano.

Ella, desde España, me ha dicho hace unos días que pensó en mí mientras escuchaba unas zambas y chacareras en un recital. Y otra vez el territorio de la fantasía se volvió el espacio donde vive una persona. Ha sentido como propio, ha compartido algo que de alguna forma es mío, y el mundo ha estrechado kilómetros, los mismos que recorrió aquel barco en el que llegó mi abuelo, pero esta vez en segundos.

Donde quiera que esté el último día de este año levantaré una copa, como indica el ritual. Tal vez no esté celebrando, quizás no haya euforia en ese gesto. Recordaré, sumaré y restaré en el balance de los arbitrarios doce meses del año, pensaré otro tanto en el futuro, desearé con fuerza que es la única forma de desear, y brindaré también por aquellos encuentros, en los que no hay miradas ni abrazos apretados, pero sí intercambios sinceros de sentimientos y pensamientos. Por algunos motivos que aun no comprendo, y por otros que sí entiendo, y también porque alguien piensa en mí al oír una melodía, hay un pedacito de mí en aquel continente, y hay un territorio que también me pertenece.

Efectivamente, el mundo se ha hecho más pequeño.

jueves, noviembre 08, 2007

La decisión

Por mi parte tendría que decirte: se acabó, terminé...Pero te juro que seguiría alargando el pasado con tal de que no llegara el momento de tu decisión.

Sí, Alejandra, cualquiera es una decisión. Que no digas nada también. Y todo lo que te dije esta mañana, también. ¿O creés que no me hubiera resultado más fácil comentarte, como al pasar, que hace unos días mi viejo volvió de viaje y listo?


De la novela "Las visitas", de Silvia Schujer, Alfaguara Juvenil, Buenos Aires, 2006.

Un texto para gente "desde 12 años", de la colección azul de Alfaguara. Me emocionó.

viernes, noviembre 02, 2007

Lápiz y papel

Hace varios siglos, me parece, cuando estaba lejos de conocer las computadoras y lo más parecido a un juguete electrónico era el Atari que alguna vez compartí con mis hermanos en el televisor blanco y negro, escribía las páginas de un diario de tapas duras rosa metalizado, con un candado que encerraba mis más preciosos secretos de pre adolescente.

Fue entonces cuando empecé a amar al lápiz y al papel.

Es difícil que en cualquier lugar falte un elemento para escribir y un papel cualquiera donde hacerlo. Durante años llené de frases prestadas las hojas Rivadavia de mi gastada carpeta del secundario, las tapas de la carpeta, las tapas de los libros, las paredes de mi cuarto, las de algún bar de mala muerte refugio de horas fuera de la escuela…a veces biromes y fibras iban más allá del papel.

En esos años en que creí perder a quien era yo realmente, ocupé páginas de una agenda tal vez pensada para organizar tareas laborales escribiendo alguna memoria triste, las sensaciones de un presente entre amargo y esperanzado y las ganas de un futuro que, indolente, desviaba su ruta.

En esas mismas hojas le escribí las primeras palabras a mi primer hijo antes de nacer. Y un poema a los pocos días de que sus ojitos entonces verdes vieran la luz de este mundo desigual y bello.

Las últimas cartas en papel las escribí también en aquellos días.

Los post, pienso a veces, deberían escribirse primero con lápiz y papel. Algunas veces lo he hecho pero paradójicamente este no es el caso.

Es raro haber escrito las letras más sentidas de mi vida presionando botones y mirando los caracteres aparecer –impersonales- en una pantalla. Siendo la principal tarea de mi oficio hilar palabras y frases, después de haber martillado una máquina de escribir con los dos índices durante un tiempo, era claro que llegarían las cosas a este punto.

Si hoy no tuviera computadora –si no tuviera bitácora-, seguro estaría llenando hojas de algún bloc, cuaderno, agenda o similar. No me habría olvidado de registrar ese día, cuando se terminaron las fechas que reúnen los doce meses de un año que ya no habría de repetirse con el recuerdo del anterior, distinto y agonizante.

Habría anotado el día en que aquel recién nacido se subió a un transporte público sin querer que yo lo acompañara en el trance, me saludó y lo vi irse, mientras sentía el tironcito al desprenderlo para siempre de mí, de mis cuidados primeros y de esa infancia que abandona.

No habría olvidado dedicarle unas líneas a mi pequeña, que ya usa mi ropa y mis zapatos, y que camina a mi lado, a la par, muchas veces en silencio, cada una con sus pensamientos, pero muy cerca.

Si hoy no tuviera computadora estaría tal vez recordando un encuentro fugaz en una esquina, en una plaza. Estaría tratando de reproducir con papel y lápiz una sonrisa –aquella-, sin dudas estaría escribiendo.

Si hoy no tuviera un teclado y una pantalla, si no tuviera un blog, de alguna manera, seguro, estaría escribiendo que te quiero.

sábado, octubre 20, 2007

Contratango (y tristeza)


Pasó el tiempo del desguace,
de aprender cómo se hunde
la miseria en la miseria
y el dolor en el dolor.

Ya no gimo en la amargura,
la soledad no me aterra,
aprendí a quererme un poco,
p'a vivir cogí valor.

Fue entonces que pude verla,
sonriendo a mi costado,
que pude tomar su mano
y abrir mi pecho al amor.

Por eso no pienso en irme
ni en cesar mi pensamiento.
¡Que ya se fue el sufrimiento
y pensar puedo mejor!

Profesor Portillo


Tenía esas cosas. Contestaba a un tango con un contratango. Comentaba en haiku.

No sé bien en que momento lo conocí. No sé si lo conocí, aunque sé que he querido hacerlo.
Me invade la tristeza y me resisto a creer.
Quien sabe por qué un puñado de personas en el mundo pueden entenderse a la distancia, creando una pequeña e invisible red de afectos intangibles y sin embargo, tan reales.

El Profe falta desde el 16 de octubre en mi pequeña red. Y lo voy a extrañar.

lunes, octubre 01, 2007

El cuarto de al lado

Yo sólo sé que nunca estuve a la altura
yo estaba muy pirado y vos eras tan pura
también solías ser mi muchachita punk
pero en cualquier caso sabías amar

Recuerdo la mañana yendo al hospital
reías como loca ibas a ser mamá
hiciste yoga sola encerrada en el baño
después te di la mano y pasaron los años

La vida es la reina madre de la inmensidad
la que agita las fieras, la que acerca los corazones
la música es la reina madre y ya no se hable más
silencio que ha llegado ella con sus balas y flores

La sangre juega fuerte, no sabe pensar
desata las tormentas, desde el más allá
por suerte nunca me tomé nada tan en serio
yo sé que ya está todo escrito en el viento

Y todo lo que hacés por obligación
se lleva la alegría de tu corazón
y quién se va a creer lo que cuentan los diarios
yo creo en el amor a través de los años

Yo sólo sé que nunca estuve a la altura
yo me hago el inocente y vos te hacés la dura
igual está el amor, no se puede parar
los hijos en el cuarto de al lado


Fito Páez, del album "Rodolfo", 2007


Sólo por esta canción me voy a comprar el disco de Fito. Como diría Casciari, quiero poseerlo.

jueves, septiembre 13, 2007

Para que no se olviden

A Hernán, con un tirón de orejas.


Muchas veces en mi vida me atacó una sensación extraña: la de creer que pertenezco a una rara generación en extinción. Como si quienes tienen mi edad no compartieran los mismos recuerdos, la misma nube nostálgica hacia cosas que van quedando inevitablemente en la niñez, y que sólo pueden volver cuando se las rescata en reuniones de pares, de esas en las que los “te acordaaaaaas de…?” surgen a borbotones.

Pues bien, me he encontrado con poca gente de mi edad que recuerde las mismas cosas que yo. Por caso ¿alguien que visite este blog (¡y que no sea ninguno de mis hermanos!) ha leído de chico la colección de los cuentos del Chiribitil? ¿Existe algun humano de treinta y pico por ahí que haya disfrutado con los libros de Polydoro? (aun con esas historias bíblicas que vaya a saber por qué no pasaron el filtro de unos padres poco proclives al adoctrinamiento religioso).

Más aún: ¿alguien recuerda las revistas Recreo?

Supongo que muchos habrán leido a Elsa Borneman y escuchado a María Elena Walsh. Más de uno habrá pasado tardes calurosas, ya preadolescente con los libros de la colección roja de Billiken, o con los amarillos de la Robin Hood. ¿Pero qué hay de aquellos tesoros de la niñez, de mi niñez?

Este sí, este no, este no, este no, este sí…

El ritual se repetía de cama en cama. Lo disfrutaba los fines de semana cuando dormía en casa de mi viejo, sin apuros y sin madrugones en ciernes. Mi papá con la pila de las Recreo y alguno de nosotros eligiendo el cuento que nos tocaba esa noche. Uno por cama, una elección por cama. A veces una elección (y un cuento) cada dos camas, para ahorrar voz y apurar el tiempo del descanso. Después, orejas de la almohada para afuera y a dormir.

Recordé todo esto mientras visitaba Para que no se olviden. El sitio es español, pero sin embargo muchos de los títulos que rescata no me pasaron desapercibidos, como los de la colección “Cómo hacer”. Maravillosa idea , teniendo en cuenta que el papel se deteriora, y que algunos tesoros de aquella época en la que éramos chicos, parecen no ser merecedores (y yo discrepo totalmente) de reedición alguna.

Me dieron muchas ganas de empezar una iniciativa similar. Entre mis hermanos hay quien tomó la decisión de empezar a escanear, pero no sé hasta donde habrá llegado en la empresa. Pues bien, hacen falta otros escáneres (¿se dice así?) y otras ganas. Digo, cooperación. Y poner manos a la obra. ¿Por qué no dejar ese legado?

Después de todo, en el futuro las pc estarán cada vez menos atadas a un rincón o a un cable. Serán cada vez más portátiles, livianas y fáciles de manipular. Quien sabe si arrastrando el ratón por la pantalla no se podrá reeditar la ceremonia del “este sí, este no…”

Y quizás, quien sabe, después del cuento, de apagar el monitor, y de sacar las orejas, los besos paternos y maternos sigan sellando el encuentro.

martes, julio 31, 2007

Construcción

El pasillo tiene paredes blancas y la pintura se resquebraja y cae. Por encima de esos muros asoman ramas y hojas de alguna de esas plantas que trepan e invaden, y que tanto me gustan.
El pasillo no va a cambiar, quedará como el primer día, hospitalario y austero, felíz con los sueños que flotan y se enganchan de las trepadoras, pendiendo como gotas de lluvia o de rocío.
Casi temo entrar. Hay una mezcla de ganas y de miedo, pero no, no desecharía la posibilidad de traspasar ese umbral cálido. Allí, del otro lado, late un espacio pequeño que contendrá una historia compartida.
De las paredes claras cuelgan objetos que durante meses fueron custodiados celosamente: mariposas de cristal, anotadores para recordar tareas conjuntas, una caja de madera oscura y puerta de vidrio que guarda hojas de té de mil sabores, que aromarán mil tazas humeantes.
Poco más hay, y es que no hace falta: un sillón que se ajusta limitado al amigable ambiente, libros, estantes, libros, estantes, libros, discos, recuerdos que ya tenemos (¿viste que no fue en vano rescatar esas maderas?).
Yo digo que es a la derecha donde se abre ese otro espacio, tal vez aun más pequeño, que parece arrancado de lo inexistente, porque hacía falta sí o sí el lugar para las dos mesitas cuadradas, colocadas como dos casilleros de ajedrez listos para que avance el alfil. Las dos pantallas y su luz que cansa, más libros, papeles, manuscritos, lápices, dibujos infantiles, algunas fotos, más recuerdos, música que desde allí inundará día a día otros espacios. Sitio de trabajo y refugio. No es mala conjunción, después de todo.

El silencio. Uno como el que me rodea ahora. La paz, la calma. Allí no hay sobresaltos en el alma, allí hay días con sus blancos, sus negros y sus grises, pero hay sosiego. Siempre que sepamos construirlo.

Cuando parezca que las miradas atravesaron los rincones más oscuros, cuando a veces, en esos días, parezca que lo infinito se escapa, huiremos a la cocina, al olor a café y al rayo de sol que entibia la mesa oscura. Basta esa mesa, unas sillas, y el sol. Basta una mañana. Alcanzan, alcanzarán siempre, las horas de la tarde, unos mates y el silencio.
No sé cuantas habitaciones tiene la casa. No sé más de ella que lo que aquí cuento.
Sólo que el patio tiene un desnivel. Y lo sé porque una noche, mucho antes de habitarla, estuve en ese patio. Había luna. Entonces lo ví todo claro.

jueves, junio 14, 2007

No debería estar escribiendo esto

Resulta que es miércoles por la mañana y la vida no avanza. Es decir, avanza, pero como decía alguien, mientras yo estoy haciendo otra cosa (que no sé cual es).

Tengo dos horas para cumplir con un trabajo y divago de blog en blog. Me es difícil concentrarme y no quiero concentrarme. Tal vez ganas de tener toda una tarde para quedarme colgada en las alturas, mirar el sol si es que como hoy se digna a salir, caminar un rato y después sentarme placidamente a escribir lo que me venga a la cabeza, que claramente no es la nota sobre el Patronato de Liberados, ni los reclamos de los señores de buena familia que piden mano dura.

Lo cierto es que vía Bloglines leo a Sebastián, y a través de él llego a un par de bitácoras lindas. Y ahí me quedé…Me siento culpable si escribo algo “mío”, pero parece que leer no me da culpa.

En fin, que he perdido tiempo como todos los días. Y lo sigo haciendo.

Creo que mi día felíz va a ser aquel en que no sienta que lo estoy derrochando. Quizás entonces la vida comience a transcurrir mientras yo estoy en ella. Quizás, no sé.

Mientras, algo que leí me dio una puñalada. Así son las cosas. Siempre alguien te tira la verdad en la cara. Tal vez termine de decidirme a vivir un día de estos.

sábado, junio 02, 2007

El horizonte

Puse rumbo al horizonte
y por nada me detuve,
ansioso por llegar
donde las olas salpican las nubes,
y brindar en primera fila
con el sol resucitado,
sentarme en la barandilla
y ver qué hay del otro lado.

Y cuanto más voy pa' allá
más lejos queda,
cuanto más deprisa voy
más lejos se va.


Allí nacen las leyendas
y se ocultan los secretos
y se alcanza a dibujar
con las estrellas en el firmamento.
Sueño con encaramarme
a sus amplios miradores
para anunciar, si es que vienen,
tiempos mejores.

Joan Manuel Serrat (1983)


Joan Manuel Serrat...

lunes, mayo 14, 2007

Hijos

Esto de la educación de los hijos (póngase uno en plan de hijo o de padre, el cuento es el mismo), es de verdad algo difícil de ejercer, pero sobre todo de predicar. Me refiero a que alguien pueda decir a otro como educar...
Estaba pensando en esto, porque de verdad cuesta (sobre todo cuando la responsabilidad es de uno solo, aunque nunca estuve del todo segura de aquello de que los chicos necesiten "la familia tradicional" para ser felices) y me encontré con un post de Psicobyte, que voy a cortar y pegar sin ningún pudor, tan sólo porque me hizo sonreir, porque pocas veces me sentí tan identificada con un texto de otro, y porque tiene mucho que ver con mi experiencia.
Creo que uno nunca sabe si hizo las cosas bien hasta que los hijos crecen y se convierten en adultos, y allí ya no hay tiempo para corregir demasiadas cosas. Tampoco está mal que así sea. Después de todo ellos habitan "en la casa del mañana, que tú no puedes visitar, ni siquiera en sueños".

Mis padres decidieron que no inculcarían a sus hijos ninguna religión o creencia para que, siendo adultos y (presumiblemente) responsables, adoptasen libremente sus propias creencias.

Mi madre (que decía "Yo no me meto en los asuntos de dios, y él no se mete en los míos") me explicó una vez "Cuando seas mayor, tú creerás en lo que tu decidas".

El predecible resultado fue que, como ya sabes si me has leído por aquí alguna vez, soy ateo.

Tuve profesores de todo tipo, con ideas y creencias muy distintas que, a veces, intentaron enseñarme visiones mas estrechas de la realidad, en las que había preguntas que yo no tenia derecho a hacer.

Tuve incluso un profesor que agitaba ante nuestras mentes los inenarrables horrores del infierno (¿Sabes cuanto dura una eternidad de sufrimiento?) para todo aquel que osase tan siquiera pensar en lo que el consideraba incorrecto.

Por fortuna me libré de sufrir ningún trauma: Si en tu casa te han enseñado que ser libre es mas que un derecho, que es un deber y una responsabilidad, será muy difícil que te conviertan en un esclavo en la escuela.

Me enseñaron también a ser crítico con el mundo, a tratar de entender las cosas y a evitar creer nada sin motivo.

Nunca tuve la clásica tensa charla "sobre el tema del sexo", porque nunca hizo falta. Nunca hubo "cigüeñas" ni ridículos cuentos similares en mi infancia. El proceso por el que nacemos era tan misterioso y tan tabú como el de la digestión de los alimentos.

El desnudo tampoco fue nunca algo a ocultar. Cuando en tu casa os habéis duchado juntos durante años tú, tu padre, tu madre, tu hermana y tu hermano (si, cinco, al mismo tiempo), no puedes siquiera pensar que hay quien cree que existe algo implícitamente sucio en un cuerpo desnudo.

No se si mi padre lo recuerda pero, una vez, hablando del "otro difícil tema" de las drogas me dijo: "Si te ofrecen un porro y tienes curiosidad acéptalo y, cuando veas que no es nada de lo que te imaginas, entonces lo dejas". Y, en su momento, lo hice así. He fumado porros más de una vez y me he pillado algunos colocones. No es ni bueno, ni malo, ni todo lo contrario. Hace años que rechazo cualquier oferta de "una calada" sin vergüenza, sin miedo y, por supuesto, sin ninguna pretensión de "pureza personal" ni superioridad.

Para ser sincero contigo: No puedo evitar una cierta punzada de superioridad cuando veo a alguno de esos que se sienten transgresores cuando fuman un porro, como un crío que pide una cerveza para parecer "mas hombre".

Me enseñaron a ser una persona moral y sin prejuicios. Sin inviolables leyes kantianas ni relativismos postmodernos. Me enseñaron a respetar y a tratar de merecer respeto. Y no me lo enseñaron con palabras, si no con hechos. Día a día.

Indudablemente, no soy la mejor persona del mundo. Probablemente, tampoco sea la mejor persona que conozco.

Podría ser mejor persona de lo que soy pero, cualquiera que sean mis limitaciones, son mis propios defectos, no de la educación que recibí.

La verdad es que mis padres me pusieron el listón muy alto: Si algún día me veo en la tesitura, quisiera ser capaz de educar como ellos me educaron a mí.


En Psicofonías (algo así como el blog de Psicobyte)

miércoles, mayo 09, 2007

Sinceramente

Las buenas canciones no son para tararearlas en cualquier momento y lugar...


Cuéntale a tu corazón

que existe siempre una razón
escondida en cada gesto.
Del derecho y del revés
uno sólo es lo que es
y anda siempre con lo puesto.

Joan Manuel Serrat...


Esta por ejemplo, puede canturrearse con despreocupación, en voz no muy alta, mientras uno cocina albóndigas con arroz. Es el momento exacto, mientras por un instante el universo parece estar en armonía. La canción viene a la mente y uno la escucha, apenas la escucha, casi sin saber que la propia voz suena.

Alguien preguntará que estamos cantando. Pero la canción y su sonido serán tan profundamente nuestros que nos dará pudor continuar.

Sin embargo, música y poesía están allí, esperando ser compartidas por primera vez.

jueves, marzo 29, 2007

Historia de una separación

Origami realizado por Hernán

El hombre ha dicho a la mujer:
Te amo

Y cómo:
Como si yo apretara entre mis palmas
mi corazón, como un trozo de vidrio
ensangrentándome los dedos
al trizarlo
locamente.

El hombre ha dicho a la mujer:
Te amo

Y cómo:
con la profundidad de los kilómetros
con toda la inmensidad de los kilómetros
Cien por ciento
Mil veces ciento
Hasta lo infinito cien mil veces ciento

La mujer dijo al hombre:
Yo he mirado
con mis labios
con mi cabeza y con mi corazón
Con amor, con terror, al inclinarme
sobre tus labios
sobre tu corazón
y tu cabeza
Y todo lo que yo te digo ahora
lo he aprendido de ti
como un murmullo en las tinieblas
Y hoy yo sé
que la tierra
así como una madre
de rostro asoleado
amamanta a su más hermoso niño.
¿Mas qué hacer?
Sujetos mis cabellos a los dedos
de lo que muere están
y no puedo, no puedo separar mi cabeza
Debes partir, ahora
contemplando los ojos de este recién nacido
Debes partir, debes abandonarme
La mujer se calló
Ellos se han abrazado
Al suelo cayó un libro
Se cerró una ventana
Y así se separaron.


Nazim Hikmet

sábado, febrero 24, 2007

Gente

Hay gente que con sólo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales:
que con sólo sonreír entre los ojos
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.

Hay gente que con sólo dar la mano
rompe la soledad, pone la mesa,
sirve el puchero, coloca las guirnaldas;
que con sólo empuñar una guitarra
hace una sinfonía de entre casa.

Hay gente que con sólo abrir la boca
llega hasta los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.

Y uno se va de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria
pues sabe que a la vuelta de la esquina
hay gente que es así, tan necesaria.


Hamlet Lima Quintana


Y es que no quiero convencerme de que la buena gente no existe. No. Creo que no es cierto.

sábado, febrero 17, 2007

El blog de Joaco


La primera vez que lo vi tenía ojitos verdes y me miró con cara de enojado. Enojado con el mundo, supongo, porque lo habían separado de mí toda la noche, y esa había sido la primera noche de su vida.
Después el verde se tornó en color miel, y hubo montones de sonrisas y unas cuantas más caras de enojo. Creció y crece, y cada día se pone más complicada la cosa.

Ahora el tipo me pide (¡es el colmo!) que le haga propaganda. Yo le pedí que me haga un dibujo para mi blog, y él se mandó uno con spam incluido.
Que va a ser, soy madre y tengo que cumplir mi promesa. Y reconozco que hizo méritos: borró un post plagado de palabrotas, me dio unos cuantos lindos abrazos esta semana y además se cortó el pelo (al que se le ocurra un comentario de fastidio hacia mi persona por este requisito, se lo guarde).
Con ustedes, Akin-Jo y su blog. Las quejas y reclamos, como dice el tío Leo, al autor.

miércoles, febrero 07, 2007

Tango


Primero hay que saber sufrir,
después amar, después partir
y al fin andar sin pensamiento...


"Naranjo en flor", de Homero y Virgilio Expósito

miércoles, enero 31, 2007

Elogio del dulce de leche


Uno de los antídotos contra al mal humor, la tristeza o el cansancio que funciona muy bien en mi es el dulce de leche (lo de antídoto viene de una lista que escribí hace un tiempo y que en algún momento pondré aquí, pero esa es otra historia).

Las ganas de hablar del dulce de mis amores vienen de un pequeño intercambio vía comentarios, en el que hablábamos con debolsillo de las diferentes consistencias del dulce de leche (cajeta en México, manjar en Chile, arequipe en Colombia y Venezuela…).
Lo disfruté a lo largo de mi vida y lo sigo haciendo: es culpable de que me acuse a mi misma de golosa incurable, y de que se me vayan los ojos frente a la vitrina de una de esas buenas panaderías (algo que intento evitar en presencia de otras personas, pero no siempre consigo).

Es cierto que parece uno de esos casos en los que se consume algo por pura ansiedad, pero no. El dulce de leche cambia mi estado de ánimo, me tranquiliza, me alivia.
He aprendido a seleccionar según color, espesor y sabor: ninguno es igual al otro. Hay marcas inolvidables, como La Martona, Chimbote o San Ignacio, que con el tiempo o desaparecieron o se volvieron casi incomprables.
De las que se vendieron durante años en los almacenes, mi preferido era el Gándara, que tenía el equilibrio perfecto entre blandito y consistente, un brillo distinto a los demás, y un saborcito…y que creo que ya no se fabrica.
Por otro lado, aunque admite mil combinaciones (y sigo probando) hay clásicos que jamás dejarán de parecerme manjares de los dioses: la torta milhojas es uno de ellos, los alfajorcitos de maizena (hechos en casa, claro) otro. Los cañoncitos también me enloquecían, pero ahora me quedó lejos la panadería Oddone, que hacía los mejores del mundo mundial.

El dulce de leche es también responsable de algunos recuerdos imborrables: cierro los ojos y me veo tomando té con leche con mi viejo en el bar Oriente, pegado a la estación de Quilmes, donde te servían junto a las tres medialunas de rigor un platito de plástico desgastado (rosa, celeste o amarillo) con un “copito” de dulce de leche. Nunca jamás vi que lo hicieran en ningún otro lugar.
O me transporto a la casa de mi abuela en La Plata, en la mesa naranja de la cocina, atacando una bolsa de un cuarto de maizenitas (unas galletitas arqueadas que aun existen, otro complemento formidable) armando “sanguchitos” hasta hartarme.
Paro acá. No, no soy una viciosa. No, no y no. Adicta, tampoco. Jamás de los jamases.

A todo esto, y mientras buscaba la imagen que ilustra esta entrada, aprendí en la Wiki que la receta de dulce de leche lleva bicarbonato de sodio para que se produzca la reacción de Maillard, que es la que lo pone marroncito.
Miren si será interesante lo que descubrió don Maillard: el mismo proceso químico es el responsable del sabor del asadito y del doradito de las tostadas, que por cierto también admiten de buena gana ser untadas con abundante dulce de leche…pero ¡por favor! sin mezclar con manteca.

miércoles, enero 24, 2007

De los libros buscados, la miel y las ganas de leer


Leo en Historia de la Materia:


Me parece claro: la miel pone muy mala onda para despegarse del tarro y posarse sobre el pan con manteca. Hasta el último chorrito protesta, aprovechando nuestra torpeza matinal…Y cuando por fin logramos separarla de su frasco, chorrea en la mesa o en la taza. ¡Qué diferencia con el café o el té, que no lo dudan un segundo: adentro o afuera de la taza o la cuchara, nos separamos sin adioses interminables! ¿Cómo se pueden explicar semejantes diferencias ¿Por qué la miel chorrea tan lánguidamente? En realidad, todos los líquidos son complicados: hace muy poco que se han empezado a investigar estos problemas, y apenas se esbozan algunas respuestas…

Cuando por fín logro esparcir la miel sobre la tostada, la mojo en el café, volviéndola deliciosa y peligrosamente blanda. Es cierto, pierdo lo crocante de la tostada, que es muy difícil de analizar y controlar. Pero, por oscuras razones, mojarla parece aumentar su gusto. De a poco, el café avanza en la tostada, aumentando el riesgo de volverla demasiado blanda, con las consecuencias catastróficas que conocemos. Ya será muy tarde, entonces, para preguntarse por qué al café le gusta invadir la intimidad de la tostada.

Y justamente, aprovechando que estamos medio distraídos, una gotita de café logra escapar y cae sobre la mesa: saca sus patitas para tratar de amortiguar el golpe, pero no hay nada que hacer: ya está separada de sus amigas, solita en la mesa. Desconsolada, se evapora de a poco, dejando como leve protesta una pequeña mancha negra. Con mucha elegancia, ésta no cubre toda su extensión, sino que apenas la recuerda, rodeándola. Y uno se pregunta por qué los granitos de café se concentran en el borde cuando estaban al principio bien repartidos en toda la gota…


Anduve varios días de kiosco en kiosco buscando el librito. Y no era para mí. Pero las primeras páginas me atraparon. No pensaba leerlo, y aquí está, en mi mesa de luz, esperando que el destinatario original no se lo lleve pronto, y culpable de que otra vez me vaya a la cama esperando que el sueño no gane la pelea contra las ganas de leer un poco, como hacía tiempo no me pasaba.
Ahí estaba el “Ensayo sobre la lucidez” de Saramago, haciendo el intento. Seguirá allí, supongo, y logrará su cometido también.
Pero Historia de la materia de Pablo Jensen, un librito de divulgación científica del que en otros tiempos (ya muy lejanos) hubiera pasado de largo sin pensar, será sin dudas el primero que terminaré en 2007, ojalá el primero de la lista de los futuros libros consumidos no por descansar la mente, no por “agarrá un libro y distraete”, sino simple y llanamente por esas maravillosas y siempre bienvenidas ganas de leer.

miércoles, enero 17, 2007

Los Reyes son los padres


Vamos a hablar, hijos míos,

ya sabéis que los Reyes son los padres.

Que mataron a los indios por ser buenos

los vaqueros, machistas y cobardes.

Queremos que sepáis que el amor,
como todo lo hermoso, no es pecado.
Que Popeye se alimenta de espinacas
pero también de carne y de pescado.

Que es agente de la CIA el Ratón Mickey
y más que nada, Tarzán, es un racista.
Supermán es asexuado y gilipollas
y todos ellos son anticomunistas.

Que los niños no vienen de París
-y mucho menos de adentro de un repollo-
que los tigres de papel son cuentos chinos:
jamás el Coco se ha comido un rosco.

También el negro es un color hermoso
y no todo lo blanco es trigo limpio.
Quienes manejan las tonalidades
son miserables que se han hecho muy ricos.

Que el Oro de Moscú y el cuarto oscuro,
la cigüeña, la bruja y los angelitos,
son mentiras terroristas de los grandes
para tener engañados a los chicos.

Que ser virgen tampoco es una hazaña:
no hay diferencia entre falda y pantalones.
Para tirar adelante en esta vida
da lo mismo ovarios que cojones.

Acabamos, por hoy, con este rollo.
Hacéis bien si estáis tomando nota,
pero cuidado, que hay que tener presente,
que los padres, como todos, se equivocan.

Quintín Cabrera


Quizás coincidió con que mis hijos saben ahora, definitivamente, que los Reyes son los padres. Quizás con que ayer por la mañana estaba yo pensando en lo difícil de ser padre, en lo difícil de ser hijo.

Andaba por Nómadas y me encontré con esta maravilla de Quintín Cabrera, a quien no conocía hasta hoy. Es uruguayo e hizo la mayor parte de su carrera en España. Lamento muchísimo no haberlo conocido antes. Me alegro de haberlo encontrado, aunque hasta ahora sólo pueda leerlo.

Si alguien sabe donde encontrar algo de su música...ya saben, no se guarden el dato.

sábado, enero 13, 2007

Perfil



Ella, cachetes abundantes y patas gordas, mira las sombras de la reja sobre el piso soleado.
El piso es de algo parecido a la madera (dirán, los que se acuerden, que piso era). Hay una alfombra y dos almohadones redondos tejidos. Me gusta.
Pensativa, ella sostiene su libro de los 100 cuentos. Me encantan esos dedos.
La ropa le queda un poco chica, estaba creciendo, pero todavía no lo suficiente para ocupar su cabeza en más de una cosa a la vez.
Y esta vez eran, indiscutiblemente, las sombras de la reja en el piso. Y quizás la sensación de calor sobre los piecitos también gordos.
Cuando pueda contaré por qué más me gusta tanto esta foto.

lunes, enero 08, 2007

Año nuevo



Sepan ustedes que el silencio no es tiempo perdido sólo si significa una espera ardiente. Que después de una noche lluviosa, aun en la incertidumbre pueden surgir certezas. Que es mejor soñar en paralelo y mirar en diagonal.

Los Reyes Magos habían pasado hacía dos días. El mundo había temblado bajo nuestros pies el 31 de diciembre justo a la medianoche, aunque pensamos que era el estruendo de los fuegos artificiales.

Sepan ustedes que el amor está hecho de cosas sutiles, ingrávidas, impalpables, fugaces. Si no está fabricado de esa sustancia, tal vez no sea lo que parece.

Por la tarde, a la hora en que la siesta de verano comienza a terminar, el eco de un sentimiento alumbró desde un tiempo distante. Se escapó desde el universo alternativo donde habitaba, inerte, y se decidió a vivir de verdad.

Créanlo. Puede pasarles cualquier día. A condición de que sea domingo de enero y que la lluvia esté cerca. Sólo y tan sólo si la mente, el corazón y el alma (aunque no exista) funcionan al unísono.