lunes, mayo 14, 2007

Hijos

Esto de la educación de los hijos (póngase uno en plan de hijo o de padre, el cuento es el mismo), es de verdad algo difícil de ejercer, pero sobre todo de predicar. Me refiero a que alguien pueda decir a otro como educar...
Estaba pensando en esto, porque de verdad cuesta (sobre todo cuando la responsabilidad es de uno solo, aunque nunca estuve del todo segura de aquello de que los chicos necesiten "la familia tradicional" para ser felices) y me encontré con un post de Psicobyte, que voy a cortar y pegar sin ningún pudor, tan sólo porque me hizo sonreir, porque pocas veces me sentí tan identificada con un texto de otro, y porque tiene mucho que ver con mi experiencia.
Creo que uno nunca sabe si hizo las cosas bien hasta que los hijos crecen y se convierten en adultos, y allí ya no hay tiempo para corregir demasiadas cosas. Tampoco está mal que así sea. Después de todo ellos habitan "en la casa del mañana, que tú no puedes visitar, ni siquiera en sueños".

Mis padres decidieron que no inculcarían a sus hijos ninguna religión o creencia para que, siendo adultos y (presumiblemente) responsables, adoptasen libremente sus propias creencias.

Mi madre (que decía "Yo no me meto en los asuntos de dios, y él no se mete en los míos") me explicó una vez "Cuando seas mayor, tú creerás en lo que tu decidas".

El predecible resultado fue que, como ya sabes si me has leído por aquí alguna vez, soy ateo.

Tuve profesores de todo tipo, con ideas y creencias muy distintas que, a veces, intentaron enseñarme visiones mas estrechas de la realidad, en las que había preguntas que yo no tenia derecho a hacer.

Tuve incluso un profesor que agitaba ante nuestras mentes los inenarrables horrores del infierno (¿Sabes cuanto dura una eternidad de sufrimiento?) para todo aquel que osase tan siquiera pensar en lo que el consideraba incorrecto.

Por fortuna me libré de sufrir ningún trauma: Si en tu casa te han enseñado que ser libre es mas que un derecho, que es un deber y una responsabilidad, será muy difícil que te conviertan en un esclavo en la escuela.

Me enseñaron también a ser crítico con el mundo, a tratar de entender las cosas y a evitar creer nada sin motivo.

Nunca tuve la clásica tensa charla "sobre el tema del sexo", porque nunca hizo falta. Nunca hubo "cigüeñas" ni ridículos cuentos similares en mi infancia. El proceso por el que nacemos era tan misterioso y tan tabú como el de la digestión de los alimentos.

El desnudo tampoco fue nunca algo a ocultar. Cuando en tu casa os habéis duchado juntos durante años tú, tu padre, tu madre, tu hermana y tu hermano (si, cinco, al mismo tiempo), no puedes siquiera pensar que hay quien cree que existe algo implícitamente sucio en un cuerpo desnudo.

No se si mi padre lo recuerda pero, una vez, hablando del "otro difícil tema" de las drogas me dijo: "Si te ofrecen un porro y tienes curiosidad acéptalo y, cuando veas que no es nada de lo que te imaginas, entonces lo dejas". Y, en su momento, lo hice así. He fumado porros más de una vez y me he pillado algunos colocones. No es ni bueno, ni malo, ni todo lo contrario. Hace años que rechazo cualquier oferta de "una calada" sin vergüenza, sin miedo y, por supuesto, sin ninguna pretensión de "pureza personal" ni superioridad.

Para ser sincero contigo: No puedo evitar una cierta punzada de superioridad cuando veo a alguno de esos que se sienten transgresores cuando fuman un porro, como un crío que pide una cerveza para parecer "mas hombre".

Me enseñaron a ser una persona moral y sin prejuicios. Sin inviolables leyes kantianas ni relativismos postmodernos. Me enseñaron a respetar y a tratar de merecer respeto. Y no me lo enseñaron con palabras, si no con hechos. Día a día.

Indudablemente, no soy la mejor persona del mundo. Probablemente, tampoco sea la mejor persona que conozco.

Podría ser mejor persona de lo que soy pero, cualquiera que sean mis limitaciones, son mis propios defectos, no de la educación que recibí.

La verdad es que mis padres me pusieron el listón muy alto: Si algún día me veo en la tesitura, quisiera ser capaz de educar como ellos me educaron a mí.


En Psicofonías (algo así como el blog de Psicobyte)

miércoles, mayo 09, 2007

Sinceramente

Las buenas canciones no son para tararearlas en cualquier momento y lugar...


Cuéntale a tu corazón

que existe siempre una razón
escondida en cada gesto.
Del derecho y del revés
uno sólo es lo que es
y anda siempre con lo puesto.

Joan Manuel Serrat...


Esta por ejemplo, puede canturrearse con despreocupación, en voz no muy alta, mientras uno cocina albóndigas con arroz. Es el momento exacto, mientras por un instante el universo parece estar en armonía. La canción viene a la mente y uno la escucha, apenas la escucha, casi sin saber que la propia voz suena.

Alguien preguntará que estamos cantando. Pero la canción y su sonido serán tan profundamente nuestros que nos dará pudor continuar.

Sin embargo, música y poesía están allí, esperando ser compartidas por primera vez.