Dos cosas recibí hoy. La primera un oficio judicial, tan frío como esta mañana, que me comunica un pase a archivo. No me sorprende porque la justicia es especialista en archivar las pequeñas violencias, los invisibles sufrimientos, las no comprobables agresiones diarias. Le regalé al oficial mi firma y un "apelo" prolijo y absurdo en el papel y le dí las gracias. Cerré la puerta y derramé una lágrima. No quedan muchas, eso es seguro.
En mi casilla de correo electrónico, anónimo, estaba este poema:
En mi casilla de correo electrónico, anónimo, estaba este poema:
Te regalo
una muerte.
Morí tantas
Que puedo regalar alguna.
Morí de amor,
morí de niño solo.
Morí de adolescente,
muchas veces
-en eso todos somos reincidentes-
Morí de adioses,
morí de atardeceres.
De silencio
en el clamor,
de frío
en febrero.
Ya me quedan
pocas muertes.
Ya dejaré de morir
tan vanamente.
Poeta anónimo Roberto Robiola, vía Agencia Rodolfo Walsh