lunes, marzo 30, 2009

Niñez

Nací en aquellos años de posguerra.
Cuando era
el hambre y la miseria el pan de cada día.
Y mi madre echaba en la sartén
todos los restos que había en la cocina.

Eran años de ropas heredadas, pantalones
con culera y zapatos
del hermano mayor. De sardinas arenques,
de espadas de madera, y de la leche en polvo
de la ayuda del pueblo americano.

Eran años de frío y de tormentas,
de los primeros viernes,
de la escuela en la plaza y de su olor a tiza,
y, por la noche, la radio en la pared
con Matilde, Perico y Periquín.

Nací en aquellos años sin mañana,
con el olor a estraza
en los comercios y el Cara al Sol cantado
en las escuelas y la tabla del nueve
y España Una y Grande y nada Libre.

Fueron años de merienda de pan
con el chorrito
de aceite con azúcar o con vino.
Y mi padre cansado. Y el fiado en la tienda.
Y la Guardia Civil abriendo procesiones.

Y, sin embargo, ahora, cuando miro
a mis hijos y a sus hijos
recuerdo mi niñez y pienso siempre
que fui feliz. Como sólo los niños
saben serlo en los tiempos más difíciles.


Rodolfo Serrano


Visto, por supuesto, en el blog de Rodolfo Serrano

viernes, marzo 13, 2009

El día que fui feliz


Parecíamos buenos sonriendo a los niños
hablando de perros, amor y asesinos
Jugamos a indios contra vaqueros
ahora estás vivo, ahora estás muerto

Un día de vagos en otra ciudad
si me das un trago te enseño a bailar
Dame la mano y dame ahora un beso
no te hagas el duro que no me lo creo

El día que yo fui feliz
nadie tocaba el violín
ni una maldita florecita
ni arcoiris sobre mi.

Andabamos a casi dos metros del suelo
limpios y guapos, caídos del cielo
Compré una historieta de corto maltés
tú una chaqueta de soldado inglés

Luego borrachos en un club de jazz
creo que hablamos un poco de más
Quiero que siempre te quedes conmigo
ahora que tu eres mi único amigo

El día que yo fui feliz
nadie tocaba el violín
ni una maldita florecita
ni arcoiris sobre mi.

El día que yo fui feliz
nunca pensé que fuera así
y como nadie me avisó
no me dí cuenta y me dormí


"Ni una maldita florecita" - Christina y los subterráneos

sábado, febrero 07, 2009

Modelos

Micaela y Miguel formaban una pareja singular. Toda su vida esperaron un hijo que nunca llegó. En cambio, ellos actuaban, incluso ya mayores, como si todo estuviera por suceder y calculaban los peligros que tendrían que evitar, dentro de la casa, para que la criatura sufriera daño alguno. Su persistencia les salvó de la desesperación; su hilaridad, ante los ojos del mundo, les granjeó el cariño de todos cuantos les conocían. Fenece quien amortaja su onirismo.


Visto (para mí justo en el momento adecuado, y en varios sentidos) en El día que estés muerto sabrás cuanto te quieren, otro blog que agrego a mi lector de feeds.

Epistolario

Señor Dios:

La presente es para comunicarle que doy por extinguida nuestra relación a todos los efectos y por tanto, en aras a mejorar las tareas burocráticas del registro divino, le conmino a que borre mi nombre del libro del Juicio Final, cita a la que no pienso acudir.


Visto en Adversus Mathematicos (blog al que me apunto a partir de hoy), gracias a una cita de Zifra.

lunes, junio 02, 2008

Pase a archivo

Dos cosas recibí hoy. La primera un oficio judicial, tan frío como esta mañana, que me comunica un pase a archivo. No me sorprende porque la justicia es especialista en archivar las pequeñas violencias, los invisibles sufrimientos, las no comprobables agresiones diarias. Le regalé al oficial mi firma y un "apelo" prolijo y absurdo en el papel y le dí las gracias. Cerré la puerta y derramé una lágrima. No quedan muchas, eso es seguro.

En mi casilla de correo electrónico, anónimo, estaba este poema:


Te regalo
una muerte.
Morí tantas
Que puedo regalar alguna.

Morí de amor,
morí de niño solo.

Morí de adolescente,
muchas veces
-en eso todos somos reincidentes-

Morí de adioses,
morí de atardeceres.

De silencio
en el clamor,
de frío
en febrero.

Ya me quedan
pocas muertes.

Ya dejaré de morir
tan vanamente.


Poeta anónimo Roberto Robiola, vía Agencia Rodolfo Walsh



jueves, mayo 22, 2008

Documento

El poder de escribir. Modificar. Volver atrás. Otra vez cambiar de idea. Recomenzar. Contemplar lo hecho y oprimir las teclas cambiando sentidos, mientras el cursor sobrevuela caracteres y espacios. Borrar todo con un dedo y una leve presión. Sabiendo que se puede empezar de nuevo, una y mil veces. Sin daño, casi sin recuerdos. Y apagar y encender y volver a crear un mundo, una historia, un relato, una crónica. Y dejar para mañana, que temprano se piensa mejor.

Si la vida fuera como un documento de Word en blanco, las cosas serían un poco más fáciles.

martes, marzo 18, 2008

Divinidades

Aunque las mentes racionales habían sabido siempre que todos los textos religiosos no podían ser verdaderos, la reacción fue sin embargo muy notable. Allí estaba la revelación que nadie podía negar o poner en duda. Ahí estaban —vistos gracias a una desconocida magia de los superseñores— los verdaderos comienzos de todas las grandes religiones del mundo. En sólo unos pocos días todos los redentores del género humano perdieron su origen divino. Bajo la intensa y desapasionada luz de la verdad las creencias que habían alimentado a millones de hombres, durante dos mil años, se desvanecieron como el rocío de la mañana. El bien y el mal fabricados por ellas fueron arrojados al pasado. Ya nunca volverían a conmover el alma de los hombres. La humanidad había perdido sus antiguas divinidades. Ahora era ya bastante vieja como para no necesitar dioses nuevos.

De "El fin de la infancia" (1953)



Arthur Clarke, escritor de ciencia ficción, ha muerto mañana, 19 de marzo, mientras aquí todavía es 18, y recuerdo aquellas calurosas y largas tardes de mi adolescencia hundida en sus libros.


(Me enteré vía Taleb. La foto también es de su blog).

viernes, enero 18, 2008

La escalinata

1604963682_4ba430d9e6La de la foto era una sonrisa feliz. De felicidad auténtica y completa.
No imaginó, ni se le cruzó hacerlo en ese momento, los días difíciles que vendrían.

Al subir la antigua escalinata junto a él sintió que comenzaba lo mejor de su vida. Ese tiempo compartido, intenso, aprovechado segundo a segundo, minuto a minuto, día a día.
En algún punto entre la avenida que conduce al campus universitario y las escalinatas del imponente edificio, ella fue perfectamente feliz.Ahora sabía de qué se trataba eso. Para que pensar en nada más.

Los meses, los años, suelen poner las cosas en su lugar. Con el recuerdo de esos días y de esos instantes únicos guardaron en una caja sus sentimientos intactos, junto a varios objetos que querían conservar para un futuro juntos.
Cerraron las tapas de cartón, y ya no supieron como avanzar. La sonrisa quedó grabada en la mirada de él, y los ojos serenos de él en la memoria de ella.
Los escalones se esfumaron, y fue imposible seguir subiendo.

sábado, enero 12, 2008

Despedida y encuentro con Ángel González


OTRAS VECES

Quisiera estar en otra parte,
mejor en otra piel,
y averiguar si desde allí la vida,
por las ventanas de otros ojos,
se ve así de grotesca algunas tardes.

Me gustaría mucho conocer
el efecto abrasivo del tiempo en otras vísceras,
comprobar si el pasado
impregna los tejidos del mismo zumo acre,
si todos los recuerdos en todas las memorias
desprenden este olor
a fruta madura mustia y a jazmín podrido.

Desearía mirarme
con las pupilas duras de aquel que más me odia,
para que así el desprecio
destruya los despojos
de todo lo que nunca enterrará el olvido.

Ángel González


Para despedir a un poeta, digo yo, no hay otra manera que leerlo y leerlo, recorrer sus palabras hasta el cansancio, si es que eso fuera posible. Leerlo y recorrerlo hasta que los ojos digan basta, y podamos mirar dentro nuestro y sus palabras estén ahora ahí, y sigan hablando.

martes, enero 08, 2008

sábado, diciembre 22, 2007

El mundo se ha hecho más pequeño

El muchacho recorría aldeas y pueblos con su padre, vendiendo mercaderías. Sabía de dormir en los establos de las posadas, junto al caballo. El mundo era inmenso y su paisaje inmediato tal vez demasiado pequeño.

Había nacido en 1902 en Alcora, un pueblito de la provincia de Castellón de la Plana. Era uno de cinco hijos de un matrimonio humilde. Alcora - España

Su hijo mayor nunca supo bien la razón por la que su padre llegó a Argentina. Creía que había venido a América para salvarse de la “mili”, pero con los años encontró entre sus pasaportes papeles con anotaciones militares. Quizás su aldea le quedó chica, quizás decidió atravesar medio mundo buscando un futuro. El viaje no era corto, nada por entonces era instantáneo, pocas cosas eran, como hoy, fugaces.

En Argentina tenía un tío dueño de un bazar (hoy en el lugar hay una librería). Con 23 años el joven inmigrante llegó a la ciudad de La Plata, a hacer primero de vendedor y después de encargado en el negocio, y allí se casó y tuvo hijos. En 1934 volvió a España en barco a ver a su familia, y al poco tiempo de su vuelta supo de la muerte de su padre, a quien habían matado los “rojos” en la Guerra Civil. En 1950 volvió a viajar a España, ya en avión, por última vez.

La nieta conoció un hombre ya anciano, siempre sentado, de pocas palabras, que sonreía a veces. El no contó su historia, tal vez ya no era tiempo, tal vez sus nietos eran demasiado pequeños y él estaba ya muy cansado.

Lo he imaginado desde que mi mente accedió a esa imagen de vendedor ambulante, recorriendo pueblos, y desde que, vía Internet, he podido ver fotos de su pueblo.

España siempre fue un territorio de fantasías. Quizás por ser nieta de un inmigrante, pero eso no lo sé con certeza. Hay algo allí, siempre hubo algo: una historia, unos lugares, unas voces, incluso unos olores que imagino y me atraen.

Sin embargo España no dejó de ser un ensueño borroso hasta que pude hacer contacto con personas. Discusiones, conversaciones, acuerdos y desacuerdos de un lado al otro del océano en segundos, muchas veces en simultáneo. Muchas veces hubo calidez y sorprendentes coincidencias, de esas que no se encuentran a diario en el entorno cercano.

Ella, desde España, me ha dicho hace unos días que pensó en mí mientras escuchaba unas zambas y chacareras en un recital. Y otra vez el territorio de la fantasía se volvió el espacio donde vive una persona. Ha sentido como propio, ha compartido algo que de alguna forma es mío, y el mundo ha estrechado kilómetros, los mismos que recorrió aquel barco en el que llegó mi abuelo, pero esta vez en segundos.

Donde quiera que esté el último día de este año levantaré una copa, como indica el ritual. Tal vez no esté celebrando, quizás no haya euforia en ese gesto. Recordaré, sumaré y restaré en el balance de los arbitrarios doce meses del año, pensaré otro tanto en el futuro, desearé con fuerza que es la única forma de desear, y brindaré también por aquellos encuentros, en los que no hay miradas ni abrazos apretados, pero sí intercambios sinceros de sentimientos y pensamientos. Por algunos motivos que aun no comprendo, y por otros que sí entiendo, y también porque alguien piensa en mí al oír una melodía, hay un pedacito de mí en aquel continente, y hay un territorio que también me pertenece.

Efectivamente, el mundo se ha hecho más pequeño.