Micaela y Miguel formaban una pareja singular. Toda su vida esperaron un hijo que nunca llegó. En cambio, ellos actuaban, incluso ya mayores, como si todo estuviera por suceder y calculaban los peligros que tendrían que evitar, dentro de la casa, para que la criatura sufriera daño alguno. Su persistencia les salvó de la desesperación; su hilaridad, ante los ojos del mundo, les granjeó el cariño de todos cuantos les conocían. Fenece quien amortaja su onirismo.
Visto (para mí justo en el momento adecuado, y en varios sentidos) en El día que estés muerto sabrás cuanto te quieren, otro blog que agrego a mi lector de feeds.
Gelem, gelem
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Mi periódico *Ideal* me ha recordado que ayer fue el *Día
Internacional del Pueblo Gitano* y que los gitanos granadinos lo celebran
en el *Genil...
Hace 2 semanas