lunes, junio 02, 2008

Pase a archivo

Dos cosas recibí hoy. La primera un oficio judicial, tan frío como esta mañana, que me comunica un pase a archivo. No me sorprende porque la justicia es especialista en archivar las pequeñas violencias, los invisibles sufrimientos, las no comprobables agresiones diarias. Le regalé al oficial mi firma y un "apelo" prolijo y absurdo en el papel y le dí las gracias. Cerré la puerta y derramé una lágrima. No quedan muchas, eso es seguro.

En mi casilla de correo electrónico, anónimo, estaba este poema:


Te regalo
una muerte.
Morí tantas
Que puedo regalar alguna.

Morí de amor,
morí de niño solo.

Morí de adolescente,
muchas veces
-en eso todos somos reincidentes-

Morí de adioses,
morí de atardeceres.

De silencio
en el clamor,
de frío
en febrero.

Ya me quedan
pocas muertes.

Ya dejaré de morir
tan vanamente.


Poeta anónimo Roberto Robiola, vía Agencia Rodolfo Walsh



jueves, mayo 22, 2008

Documento

El poder de escribir. Modificar. Volver atrás. Otra vez cambiar de idea. Recomenzar. Contemplar lo hecho y oprimir las teclas cambiando sentidos, mientras el cursor sobrevuela caracteres y espacios. Borrar todo con un dedo y una leve presión. Sabiendo que se puede empezar de nuevo, una y mil veces. Sin daño, casi sin recuerdos. Y apagar y encender y volver a crear un mundo, una historia, un relato, una crónica. Y dejar para mañana, que temprano se piensa mejor.

Si la vida fuera como un documento de Word en blanco, las cosas serían un poco más fáciles.

martes, marzo 18, 2008

Divinidades

Aunque las mentes racionales habían sabido siempre que todos los textos religiosos no podían ser verdaderos, la reacción fue sin embargo muy notable. Allí estaba la revelación que nadie podía negar o poner en duda. Ahí estaban —vistos gracias a una desconocida magia de los superseñores— los verdaderos comienzos de todas las grandes religiones del mundo. En sólo unos pocos días todos los redentores del género humano perdieron su origen divino. Bajo la intensa y desapasionada luz de la verdad las creencias que habían alimentado a millones de hombres, durante dos mil años, se desvanecieron como el rocío de la mañana. El bien y el mal fabricados por ellas fueron arrojados al pasado. Ya nunca volverían a conmover el alma de los hombres. La humanidad había perdido sus antiguas divinidades. Ahora era ya bastante vieja como para no necesitar dioses nuevos.

De "El fin de la infancia" (1953)



Arthur Clarke, escritor de ciencia ficción, ha muerto mañana, 19 de marzo, mientras aquí todavía es 18, y recuerdo aquellas calurosas y largas tardes de mi adolescencia hundida en sus libros.


(Me enteré vía Taleb. La foto también es de su blog).

viernes, enero 18, 2008

La escalinata

1604963682_4ba430d9e6La de la foto era una sonrisa feliz. De felicidad auténtica y completa.
No imaginó, ni se le cruzó hacerlo en ese momento, los días difíciles que vendrían.

Al subir la antigua escalinata junto a él sintió que comenzaba lo mejor de su vida. Ese tiempo compartido, intenso, aprovechado segundo a segundo, minuto a minuto, día a día.
En algún punto entre la avenida que conduce al campus universitario y las escalinatas del imponente edificio, ella fue perfectamente feliz.Ahora sabía de qué se trataba eso. Para que pensar en nada más.

Los meses, los años, suelen poner las cosas en su lugar. Con el recuerdo de esos días y de esos instantes únicos guardaron en una caja sus sentimientos intactos, junto a varios objetos que querían conservar para un futuro juntos.
Cerraron las tapas de cartón, y ya no supieron como avanzar. La sonrisa quedó grabada en la mirada de él, y los ojos serenos de él en la memoria de ella.
Los escalones se esfumaron, y fue imposible seguir subiendo.

sábado, enero 12, 2008

Despedida y encuentro con Ángel González


OTRAS VECES

Quisiera estar en otra parte,
mejor en otra piel,
y averiguar si desde allí la vida,
por las ventanas de otros ojos,
se ve así de grotesca algunas tardes.

Me gustaría mucho conocer
el efecto abrasivo del tiempo en otras vísceras,
comprobar si el pasado
impregna los tejidos del mismo zumo acre,
si todos los recuerdos en todas las memorias
desprenden este olor
a fruta madura mustia y a jazmín podrido.

Desearía mirarme
con las pupilas duras de aquel que más me odia,
para que así el desprecio
destruya los despojos
de todo lo que nunca enterrará el olvido.

Ángel González


Para despedir a un poeta, digo yo, no hay otra manera que leerlo y leerlo, recorrer sus palabras hasta el cansancio, si es que eso fuera posible. Leerlo y recorrerlo hasta que los ojos digan basta, y podamos mirar dentro nuestro y sus palabras estén ahora ahí, y sigan hablando.

martes, enero 08, 2008