lunes, noviembre 13, 2006

Ese lugar

Allá donde se esconden los recuerdos que durante mucho tiempo dejé dormir están las claves para entender unas pocas cosas.
Allá, en ese territorio, hay un tablero de ajedrez mínimo con un partida a medio jugar sobre un escritorio amplio, ahí mismo donde está la fuente inagotable de papeles amarillentos para dibujar de un solo lado, y las libretas de colores con la marca de algun corralón de elementos para la construcción.
Cuesta volver. Sin embargo allá están los patines con rueditas naranjas. Las calles cálidas y la amistad, y las risas. ¡Ay!, dudo en volver porque temo descubrir que es cierto que sólo allí vive la amistad.
Allá, muy lejos, en los confines de esa comarca, hay un campito con arbolitos de mora, cuyo sabor casi no recuerdo, aunque sí su color sobre el blanco del guardapolvo. Por allí hay también unos muebles amarillos, una casa pequeña, un sillón de mimbre, y un llavero con una gran esfera pesada que servía para jugar al “tiburón”. Pero eso está en un lugar muy remoto, y llegar hasta allí cuesta demasiado.
Allá, en esas tierras, hay una colección de libros con tapas rojas. Y está mi hermano mayor, una mañana, leyendo la contratapa de uno de ellos, mientras yo entreduermo en mi cama con cabecera rosada. Después de todo no está tan lejos...
Allí, en esos lugares, hay decenas de cuadernos escritos con letra prolija y subrayados con colores, y hay una cierta soledad que nace de algunas preguntas que no se pueden responder, ni siquiera entre pares.
Allí, en esos parajes, hay paquetitos donde vienen nueve Sugus del mismo color (no estoy segura si son nueve, pero me gusta el número), bloquecitos Suchard rojos de chocolate y cereal, y frutillitas de gelatina con azúcar en una bolsita de papel, que solamente (que nadie me discuta) las venden en la Capital, y que son exquisitas porque además vienen adentro de la cartera de mi mamá.
Muy, muy lejos, está el circuito KDT con los karting, y la leche Cindor en botellita de vidrio y un paquete de dos Bay Biscuits, en el bar del primer piso. Y las hamacas naranjas donde hacemos fuerza para tocar con la punta de los pies el enorme laurel. Y las planchas de figuritas con brillantina.
Allá lejos hay mañanas en las que como durante toda mi vida, me cuesta mucho levantarme. Hay eternas peleas frente al espejo con un cepillo y dos hebillitas que sólo dan marco al enriedo. Hay unas cuantas clases de danzas, y algunos bailes secretos, cuando en casa no hay nadie, con la música que suena en la imaginación. Hay también amigos impalpables y una fantasía inagotable.
Allí hay fiestas de cumpleaños y alfajorcitos de maizena, un diario íntimo con tapas brillantes y un puñado de sueños indestructibles.
Allí aprieto fuerte la mano de mamá cuando cruzo la calle. Allí batallo con papá que trata de enseñarme alguna cuenta. En ese pequeño paraje cálido y lejano, silencioso e inaccesible, está casi toda mi vida. Que otra cosa es si no la infancia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Claro que la infancia es casi toda la vida… y parte además de vidas ajenas que tampoco podrán escapar más a ciertos hechos conflictivos como: 1) ¿a quién le toca este mes la agenda Milco?; 2)¿iremos este sábado a algún Pumper Nic de la Capital?; 3) ¿o al Circuito KDT, donde lo que mas disfrutaban –ustedes-, era irse bien lejos, del otro lado de la pista, donde yo no llegara a verlos; y 4) el tema más conflictivo de todos, que era peinar tu pelo espantosamente finito y enredado.
Y otras cosas de incomparable dulzura como 5) aquella camita de respaldo rosa, de la cual todavía tengo… ¡el dibujo!; 6) los bloquecitos Suchard, ¿no eran naranja? –no, esos eran los de chocolate solo-; 7) los sueños en el asiento del Citroen en los viajes de vuelta. Y cuanto, cuanto mas…

Anónimo dijo...

La parte que más me ha encantado de ser "blogger" es que puedo platicar con muchos de los niños que llevamos dentro :)
Es cierto, que otra cosa es si no la infancia. Vendré por aquí a menudo. También en tu otro blog.
saludos

Nat dijo...

Es verdad, yo no lo había pensado. De hecho jamás lo pensé mientras escribía sobre política o sociedad, y la cosa era relacionar información y aportar algun punto de vista (algo que me gusta). En algun instante empecé a sentir la necesidad de dejarla salir a ella, a la niñita que jugaba en el patio con el amigo invisible. Me di cuenta que tenía cosas para contar (si alguien leía después o no, era lo de menos). Bueno, le hice este patiecito "en el margen" de la casa para que pudiera estar a gusto. No tengo mucho tiempo para dedicarle, pero cuando estoy con ella, lo disfruto.