El genial Casciari escribe hoy que hace seis años también era domingo, y me hizo pensar en esos momentos en que la vida da un vuelco. Quien sabe si es un golpe de timón que da uno mismo, o es el destino, ese que no sabemos si existe pero está, el que nos cruza de camino y ya está, vamos para otro lado.
El 8 de enero de este año también fue domingo. Yo había posteado algo en Guerra a la penumbra. Algo sobre el juicio por los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en 2002, en el Puente Avellaneda. Un par de veces ya había pensado en tener un blog personal, de esos donde escribir las pavadas que uno siente, pero no era demasiada entonces la necesidad.
Era domingo, y en casa estaban cortando el pasto, creo. Mi papá estaba de visita y los chicos pelearían por ver a quien le tocaba la máquina y a quien el rastrillo, o algo así.
Yo estaba conectada a internet y no sé por qué, se me ocurrió bajar el Firefox. Tal vez porque, no sé...Y si, el blog se veía muy mal con ese navegador. Me puse a pensar que sí, que tal vez unos cuantos entraban y veían esos colores tan feos, y me dio pena que aunque fueran unos pocos a los que les interesara leer lo que yo escribo, no pudieran, porque de verdad que la lectura era imposible.
Hoy también es domingo. Pero entonces era enero, y hacía calor. Vos, sin embargo, también estabas frente a la máquina. Igual que yo.
En Punta Rasa los domingos son cálidos, se me ocurre, en cualquier época del año.
Otro domingo, el 19 de marzo, escribiste que es una tarde hermosa, que otra vez el sol se pone radiante y que el viento apenas mece el pino gigante.
Hoy también es domingo. Dice Casciari que hace seis años, un domingo, su vida eran unas vacaciones. Que era un fin de semana cualquiera. Que lo que le pasó “pudo no haber pasado nunca, como todas las cosas de este mundo”.
Quizás yo también estaba de vacaciones. Era 8 de enero y estaba de vacaciones. Unas vacaciones lánguidas y aburridas, una seguridad que a veces me costaba cara, pero en la que todo funcionaba. El giro del timón (poco me importa ya saber quien lo maneja), estaba a la vuelta de la esquina.
Pudo no haber pasado. Pero pasó, hoy también es domingo, y hay sol. Tengo poco ánimo, es verdad. No sé bien por cual de los caminitos que se abren ante mí tengo que seguir, porque todos están poco iluminados. Debe ser que es la oscura noche, como dice Silo, en la que hay que esperar en paz hasta que amanezca. No sé.
Sé muy poco. Que estoy aquí, que es domingo. Que el futuro es incierto. Que tengo un poco de miedo. Que tengo alguna que otra certeza. Y millones de dudas. Pero estoy aquí, y escribo. No es mucho. Pero no es poco, creo.
El 8 de enero de este año también fue domingo. Yo había posteado algo en Guerra a la penumbra. Algo sobre el juicio por los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en 2002, en el Puente Avellaneda. Un par de veces ya había pensado en tener un blog personal, de esos donde escribir las pavadas que uno siente, pero no era demasiada entonces la necesidad.
Era domingo, y en casa estaban cortando el pasto, creo. Mi papá estaba de visita y los chicos pelearían por ver a quien le tocaba la máquina y a quien el rastrillo, o algo así.
Yo estaba conectada a internet y no sé por qué, se me ocurrió bajar el Firefox. Tal vez porque, no sé...Y si, el blog se veía muy mal con ese navegador. Me puse a pensar que sí, que tal vez unos cuantos entraban y veían esos colores tan feos, y me dio pena que aunque fueran unos pocos a los que les interesara leer lo que yo escribo, no pudieran, porque de verdad que la lectura era imposible.
Hoy también es domingo. Pero entonces era enero, y hacía calor. Vos, sin embargo, también estabas frente a la máquina. Igual que yo.
En Punta Rasa los domingos son cálidos, se me ocurre, en cualquier época del año.
Otro domingo, el 19 de marzo, escribiste que es una tarde hermosa, que otra vez el sol se pone radiante y que el viento apenas mece el pino gigante.
Hoy también es domingo. Dice Casciari que hace seis años, un domingo, su vida eran unas vacaciones. Que era un fin de semana cualquiera. Que lo que le pasó “pudo no haber pasado nunca, como todas las cosas de este mundo”.
Quizás yo también estaba de vacaciones. Era 8 de enero y estaba de vacaciones. Unas vacaciones lánguidas y aburridas, una seguridad que a veces me costaba cara, pero en la que todo funcionaba. El giro del timón (poco me importa ya saber quien lo maneja), estaba a la vuelta de la esquina.
Pudo no haber pasado. Pero pasó, hoy también es domingo, y hay sol. Tengo poco ánimo, es verdad. No sé bien por cual de los caminitos que se abren ante mí tengo que seguir, porque todos están poco iluminados. Debe ser que es la oscura noche, como dice Silo, en la que hay que esperar en paz hasta que amanezca. No sé.
Sé muy poco. Que estoy aquí, que es domingo. Que el futuro es incierto. Que tengo un poco de miedo. Que tengo alguna que otra certeza. Y millones de dudas. Pero estoy aquí, y escribo. No es mucho. Pero no es poco, creo.
2 comentarios:
Por casualidad, como suelen empezar todas las cosas, el 8 de enero estaba frente al ordenador. Por algún motivo que desconozco, Windows cargó sin mi autorización el vuelco más espectacular de mi vida.
Pronto lloverá pero ninguno de los dos lo sabe. Ella, en sus cosas, se bajó el Firefox y lo probó en Guerra. Ya le había anticipado, hacía mucho, que el Firefox es mejor navegador que el IE pero que el blog se veía mal. No sé, tal vez por eso recurrió a mi, o quizá sólo porque estaba yo ahí, verdecito en su lista de contactos. Yo no sabía que estaba conectado con el mundo, es decir, con ella.
Natalia dice:
Hola. ¿Te puedo pedir un favor?
Claudio dice:
Sí, claro.
Natalia dice:
Bajé el Firefox y Guerra se ve fatal.
Así -o muy parecido- empezó todo. Así empezó el resto de la vida que quiero.
Trabajé nervioso, tenía que resolverlo. Línea por línea busqué el error en el código y por fin, ahí estaba. Guerra a la penumbra ahora se ve bien y nosotros nos amamos.
Al final del camino esta la libertad
Hasta entonces,paciencia.
Buddha.
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