viernes, octubre 13, 2006

Más que un extraño trío

Hace unos meses el profesor Portillo me invitó a responder un meme de esos que han circulado bastante por este reducido mundo que algunos llaman blogósfera. Se trataba de describir tres manías o más bien “hábitos extraños”, por supuesto de uno mismo.
Como el profe me otorgó para responder el tiempo que yo necesitara, me tomé, claro, todo el que quise.
En estos días he vuelto a pensar en el asunto de las costumbres extrañas (y fobias y manías, que de todo ese he tenido y tengo, aunque francamente muchas estén en retroceso). Y ayer he encontrado este pequeño texto que escribí en 2004 para un trabajo de la facultad, en el que me describo a mí misma:

Tenía trece años, status de “nena grande” y llaves, porque cuando volvía de la escuela no había nadie en casa. Caminaba tranquila por las calles del barrio, la mente ensimismada en cosas de adolescente. Llevaba la llave colgada del cuello, con un cordón de zapatilla rojo por abajo del guardapolvo. Llegaba a la casa blanca de la calle Lavalle y abría la puerta. Cerraba, y todo en su interior cambiaba.
Nunca había pasado por un robo, ninguna mala experiencia. Pero iba directo, apenas tirada la mochila sobre un sillón, hacia el piso de arriba.
Inspeccionaba su habitación y la de sus hermanos, sobre todo debajo de las camas. Bajaba con rapidez las escaleras, mirando el patio a través de los vidrios. El perro descansaba tranquilo, buena señal. Una rápida mirada a la cocina, y entonces sí, al baño. Antes que nada había que correr la mampara, comprobar que no había nadie escondido en la bañera.
Ahí, recién, el miedo se iba.

Otro hábito de la adolescencia que recuerdo bien era el de ponerme a ordenar la casa después de la una de la madrugada, cuando todos dormían.
En la actualidad, y luego de un pequeño autoanálisis surge que retengo más de tres hábitos poco normales:

Caminar sin rumbo, aun cuando me dirija a un lugar concreto. Supongo que es total falta de orientación, ya sea en una ciudad desconocida, o en el pueblo en que vivo. Ya lo tengo asumido, y me dejo llevar. Finalmente siempre llego :)

Revisar errores aun antes de leer un texto. Ha de ser un defecto profesional (ya que no tengo nada de profesional, al menos sí los defectos). Es involuntario y llega a molestarme mucho. Cuando estoy frente a un texto por leer, mi vista lo recorre cual rayos x, detectando al instante cualquier error de ortografía o tipeo. Si hay varios, invariablemente ya estoy mal dispuesta hacia ese escrito. ¡Y todavía no lo leí!.

Compulsión por los artículos de librería. Seguro conocerán ustedes alguna mujer que demore más de una hora en elegir un vestido. ¿Conocen alguna que tarde ese tiempo en comprar un cuaderno con espiral?. Pues tienen frente suyo el blog de una. En ese sentido, hay lugares que me llevan al máximo de la exageración. Como Portillo, también suelo adquirir de más.

Anexo al anterior: comprar siempre una lapicera nueva cuando tengo un examen. Premisa que este año no se ha cumplido porque: a) casi no he dado exámenes, b) me han regalado muchas lapiceras.

Descarto el de dormir vestida como para ir al Polo Norte en las noches invernales. Dudo que sea un hábito extraño, aunque suelo seguir sintiéndome ridícula.

Almohadas y orejas: el más tierno para el final. La forma en la que acuesto a mis hijos (sobre todo en invierno). Cada vez se resisten más, y es que cada vez están más grandes. La técnica consiste en ajustar de un lado y del otro del colchón sábanas, mantas y cubrecamas, hasta que el niño en cuestión quede prensado cual matambre, y la madre en cuestión (que vengo a ser yo) tranquila de que no van a destaparse durante la noche. La operación se repite ante cada movimiento del niño, hasta que la maníaca madre (yo) por fin se retira de la habitación. Sospecho que el hábito es heredado de mi padre, que se empeñaba en sacar por afuera de las mantas las “orejas” de la almohada, una vez realizado el correspondiente ajuste.

Pues bien, ahora dirán ustedes si de verdad soy tan extraña.

Por supuesto, desafiando las reglas, no le paso el meme a nadie. El que quiera recoger el guante, allí tiene los comentarios, nada de quedarse ahí pensando pa' adentro. Como diría una maestra de primaria cuenten, “así nos divertimos todos”.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, Natalia. Y bien amplio.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Evaluación de profesor :))

Anónimo dijo...

Hum, voy a tener que pasar más seguido por aquí, me siento muy cómoda,casi como en casa…

Me gustan mucho las librerías y papelerías.
Tengo unas cuantas cajas (también cuidadosamente elegidas) con cuadernos que guardan todo tipo de información, cuadernos elegidos con mucho cuidado - me desesperan las espirales que terminan liberándose como si tuvieran vida propia y rompiendo uno u otro extremo del cuaderno -; papeles abrochados con broches que no oxidan, los guardo como oro en paño, eran de mi padre y ya me quedan pocos de esos broches, me resisto a comprar de plástico.

Durante décadas forré todos mis cuadernos, luego de haber elegido hasta el diseño de tapa como si fuera el ajuar de mi primer bebé. (Hubo una época, quizá la conociste, natalia, antes de la moda del “papel reciclado” tan malentendida que produce esperpentos atados con cinta o con hilo sisal, en que un cuaderno era una obra de arte, verlo, tocarlo, acariciar sus hojas, donde la lapicera o bolígrafo o lápiz se deslizaba a la presión y velocidad justa…un regalo que todavía recuerdo fue un cuaderno con una exquisita reproducción de un cuadro de kandisky, del cual compré dos, tanto me gustó…y lo forré. Forrar un cuaderno espiral exige una técnica digna del origami, pero yo lo había logrado.

Hace un par de años, en una breve mudanza inconclusa aún (intentamos ampliar esta casa, pero despedimos al arquitecto antes que nos indujera al asesinato, el suyo y el de sus…secuaces), descubrí que la cinta adhesiva transparente con la que había pegado los dobleces del papel araña, era una cosa viscosa, amarillenta y con capacidad de atravesar varias hojas.
Corrí a mis libros, también forrados muchos de ellos, con papel transparente, “cristal” era el nombre por el que lo conseguía… y también la cinta había hecho estragos. Fue una tarde de locos, apilaba por un lado cuadernos y libros desprendidos de sus forros y por otro los forros, que me dejaban cada vez más pegoteados los dedos, y el trabajo cada vez era más difícil.

Ahora que lo escribo y lo releo, me pregunto qué me llevó a tal compulsión a la primera,(forrarlos luego de preocuparme de que me gustara el diseño de la tapa) a la segunda, (arrancar los forros con desesperación) y…a la tercera, que sería esta, la de contar casi sin respirar tales historias tan poco importantes para el resto de la humanidad…

Gracias por el espacio, vuelvo a lo de zifra, al malentendido de tus palabras de mi parte, e intentaré salvar la dignidad (estar a la altura de Anónima es muy difícil)

Anónimo dijo...

Bienvenida a mi refugio, Nfer.
Hummm…lo que más me gustó fue eso de contar historias sin respirar, sobre todo de esas “tan poco importantes para el resto de la humanidad”. Hace rato asumí con convicción que son las mejores.
Eso de la cinta…por ejemplo, es una auténtica tragedia. A mi me ha pasado que la cinta se pone amarilla y dura, y se desprende, toda quebradiza. Pero viscosa…ayy, me da miedito sólo pensarlo.
Los cuadernos espiral yo los forraba dejando el espiral afuera. ¿Cuál es el otro método?. Me intriga.

Otra cosa, Nfer: estoy perdida. ¿Cuándo me malentendiste? Al menos yo no percibí que lo hicieras. ¿Fué en lo de Zifra? ¿en Bloxito?. Es un poco difícil saberlo en la madeja de comentarios…

Ahora resulta que los que hablamos “en argentino” somos los que menos nos entendemos!

Besos

Anónimo dijo...

Aqui va mi aporte de “extrañas costumbres”Primera:cuando viajo en colectivo nunca bajo en la parada que me corresponde,lo hago siempre unas cuadras antes o despues,aunque haya hecho el mismo viaje varias veces,lo que significa que se muy bien donde debo bajar.No es por distraccion,creo que me gusta llegar caminando a la meta.
Segundo:en parte comparto el tuyo Naty,y creo que lo heredaste,tambien yo acostumbro,desde hace muchos años,a ocuparme de las tareas de la casa cuando ya se puso el sol.No hay mejor momento para limpiar!y hasta preparar la comida del dia siguiente!!,y no porque no pueda hacerlo por la mañana,tengo la sensacion que todo queda mas limpio,que nadie va a ensuciar,aunque por muchos dias nadie entra a mi casa.
La tercera no se si es tan rara:comienzo a leer diarios y revista de atras hacia adelante;los libros “picoteo” primero un poquito,me engancho,a veces,con algun capitulo y recien despues comienzo la lectura,como si quisiera asegurarme que voy a encontrar lo que quiero.Cuando,en realidad me gusta tanto que un libro me sorprenda!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Je! “Tuma”. Me encantó el nick!
Ratifico: las cosas quedan más limpias a la noche. Ahora que lo pienso, debería haber agregado que pongo el lavarropas a las once de la noche, y salgo a colgar la ropa tipo 00.30, para que amanezca secándose con el solcito de la mañana. ¡Incluso en invierno! (ya sé que también es heredado!). Pero paremos porque van a pensar que estamos chapita en serio.

Anónimo dijo...

Nada hay como ver la fórmica negro mate de cualquier café de Mar del Plata y entrar a tomar algo sólo para hojear un libro, incluso aunque hayamos tomado algo recién, en otro café una cuadra atrás; incluso aunque lo hayamos hecho tres veces en una caminata de apenas quince cuadras.

¡No soporto las propagandas de Sprayette!¡Ninguna! (¿es este el lugar correcto para contarlo?) Cuando aparece una, desesperado tiro la mano al control remoto y la cambio con la mayor celeridad posible. A veces apago el televisor y me voy.

Esto no sé si es una manía, pero igual lo pongo en consideración de la amable tertulia. Cuando escribo a mano y dudo de la ortografía de una palabra, la escribo como primero se me ocurre y espero que, cual MS Word, el papel dibuje una viborita roja debajo de ella.

Anónimo dijo...

Nat: Revisar errores aun antes de leer un texto…Si hay varios, invariablemente ya estoy mal dispuesta hacia ese escrito.

Anónima: ¡Glups! Debería hacer un curso de taquimecanografía un día de estos…

Anónimo dijo...

anónima, ¡¡¡por favor!!! sigue siendo vos misma, el día que escribas algo sin un error (El Bobo tiene la culpa, ambas lo sabemos) temeré que alguien robó tu identidad (o tu no-identidad).

nat, es simple, y como todo lo simple, casi imposible de aceptar (solemos buscar la solución más compleja): tengo mala suerte (por decirlo de alguna manera) con las PC. Me estafaron dos veces, la tercera me robaron directamente, un día de tormenta ¡estando apagada! el campo magnético de un rayo la fulminó, otra vez se quemó la fuente (eso sí pudo ser grave), hace poco entró a pesar de Firewalls y Antivirus el Sasser y, solucionado todo esto, ahora el router levanta temperatura como para freír huevos sobre él, por lo cual temo estar escribiendo algo y ¡shazam! chau conexión …
Pensar que tengo la Braun minipimer con la que le hacía las papillas a mi hijo hace 25 años y sigue funcionando…
Volveré, posiblemente con la primer helada del otoño, o cuando cambie el router, lo que primero suceda. :)

Anónimo dijo...

Anónima: ay! yo también debería hacer ese curso. Me da mucha vergüenza, pero los que me conocen de cerquita pueden dar fé: mi forma de tipear es rarísima y absurda. Claro, no lo incluí en los hábitos extraños porque ya lo considero más bien un defecto. Tipeo con dos dedos, bastante rápido, según dicen. El tema es que es aleatorio adonde se dirigen esos dos dedos cada vez. Permanentemente cruzo un índice y el otro al extremo opuesto del teclado. Me ha valido burlas y miradas de asombro. Pero que se yo, así aprendí, así me sale. Así que te imaginarás la de errores de tipeo que cometo. El caso es que, asumida mi dificultad, he aprendido a revisar los textos (también lo hago rápido, por suerte), enmendando en el camino mi “discapacidad”. Así que no te preocupes…mi manía frente a los textos ajenos tiene que ver más con faltas de ortografía, que con letritas cruzadas o “comidas”. ¡Besos!

Malambo: los cafés de Mar del Plata tienen ese que se yo…¿viste?. Que no daría yo por poder sentarme en una de esas mesas aunque sea ¿dos veces por semana?. Es que en ningún lugar del mundo mundial hacen café más rico que el de Mar del Plata.

En cuanto a la escritura en papel, lo hemos charlado, pero está visto que este post está destinado a revelaciones profundas…Lo que me sucede a mí cuando cometo un error en el papel es que instintivamente busco la teclita de borrar, el dedo se desespera por apretar la flechita de retroceso ¡Y no la encuentro!. Que desesperante.

¿Habrá solución para estas nuevas manías causadas por la tecnología? ¡Llame ya!