lunes, septiembre 04, 2006

Hace veinticuatro años

La calle Paraná doblaba en Andrade y la manzana era nuestra. El sol abrazador de la tarde de verano se hacía tibieza y brisa fresca pasadas las cinco, cuando el pequeño despertaba de su siesta.

El coche de bebé era ya quizás un poco antiguo para la época: de esos altos, con ruedas grandes y capota protectora. “¿Querés pasearlo?”, preguntaba Rosa. Era la invitación, el permiso.
Allí salía entonces la nena de diez años con su hermanito, precioso tesoro y menuda responsabilidad que asumía segura de sí misma.
Conocía al dedillo los subes y bajas de las veredas: pozos, escalones, baldosas flojas, todo era esquivado con ductilidad maternal. Y llegaba otra vez felíz a la casa de la esquina, a la hora en que se regaban las plantas y los triciclos hacían su recorrida vespertina. Tal vez una o dos vueltas más. Era el paseo con el bebé que habría de crecer rápido, las horas compartidas robadas al destino de ser hermanos de fin de semana.

Cuando él tuvo 10, yo ya tenía 20 y poco me faltaba para empujar otro cochecito, esta vez con un bebé que sería mi hijo.
Compenetrada en esa tarea, a él casi lo perdí de vista. Eran ciertas las palabras de mi viejo: el tipo crecía sin que lo vieran. No avisaba.

No sé bien cómo ni cuando me encontré discutiendo apasionadamente sobre periodismo, comunicación y política con mi hermano menor. Y descubriendo coincidencias. No tanto después (al fin de cuentas, no tanto) sabría que siempre podría contar con él y que como dice Drexler, con Dani (que hoy cumple 24) siempre podremos brindar, aunque sea por haber perdido las mismas batallas.


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5 comentarios:

Anónimo dijo...

El tiempo no para…
quizá, los triciclos, cochecitos, patinetas, hasta carritos con rulemanes pa´mandarse en la bajada de paraná, ya hayan quedado parados, obsoletos, y hayan recibido el paso del tiempo que en nosotros se muestran como algunos pelos menos, algunos kilos más, y especialmente, muchas pero muchas mañas de más (y mirá que había en esas épocas!), aunque para aquellos “medios de transporte” signifiquen herrumbre, telarañas y olvido en vayaunoasaberdónde.
Hoy, son otros los medios que comparten, no de transporte (más allá de rápidos o plazas) sino de comunicación, sin saber quién lleva a quién, o hacia dónde.
Diría, Pelil, pa´finalizar, que bien podrías, un día de estos, olvidar a Drexler o Galeano, a diarios o blogues o facultades, y agarrarlo al peto, alzarlo en upa, subirlo al cochecito, y dar unas vueltas por ahí.
En homenaje, claro.
Y obvio… si les da el paño, je.

LEO

Anónimo dijo...

En vez de Drexler ahora estoy escuchando de fondo Rockas Vivas, de Zas, sonando en el Winco (si fui yo la que lo rayó, pido disculpas :) No creo que el chiquitín se deje hacer upa, ahora que es un tipo importante…

Lo que bien podríamos hacer es organizar algun encuentro. Se me ocurre: una buena pizza (jamás remolachas ni pescado, en honor a las luchas no perdidas), de postre zucaritas con dulce de leche, y algun paseo, que se yo, al Planetario…
Lo agarramos al Nanito, que en estos días se puso también un poco más viejo (lo tuyo también es en breve, je!), y salimos a recordar tiempos de playmobil, lego, triciclos y plazas del Maestro.

Besos!

Anónimo dijo...

¿carritos con rulemanes? Por favor ¿alguien me aclara lo de la bajada de Paraná? (me crié en Paraná, y con mis primos nos deslizábamos (es un decir, la bajada estaba adoquinada) por la Bajada, ahora “Baxada” y lugar histórico, antes barrio, nomás.
Me voy antes que pierda el turno con el odontólogo o empiece a moquear, o ambas cosas…

Anónimo dijo...

Nfer! con los carritos con rulemanes se tiraban estos salvajes por la calle Paraná, en Bernal, partido de Quilmes, al sur de esa madeja de gente y cemento que se llama Gran Buenos Aires. Sin embargo el “Barrio Parque” era un lindo barrio, todavía con casitas con jardines adelante, llenos de flores, y triciclos, bicis y demases que circulaban por doquier. Sospecho (hace muchísimo que no voy), que ahora debe estar igual, pero enrejado.
Aunque si no me equivoco, algunas vacaciones hemos pasado mis hermanos y yo en Paraná…aunque la mayoría fueron en Colón, Gualeguaychú…y aledaños. Pero por allí hemos disfrutado de ríos y cantos rodados..lindos recuerdos también.

Anónimo dijo...

Hace treinta y cuatro años

Paraná, Andrade, el cochecito, la sonrisa cómplice. Abría los ojos después de la siesta y podía mirar al cielo, a las casas por entonces gigantescas o a mi hermana. Esa que aparece haciéndome upa y abrazándome en tantas fotos. Es difícil, acaso imposible, recordar los primeros días, meses o años, cuando uno era bebé. Pero en las fotos se siente ese afecto inagotable, el mismo que con el tiempo tomó la forma de proyectos compartidos, charlas, y mates dulces cerca del mar o amargos en medio del asfalto, según quién fuera local. Y saber que estamos ahí aún cuando no hablamos un tiempo largo.
Cuando yo nací ella ya había festejado nueve cumpleaños y estaba a punto de otro. En varios de los que siguieron no pude estar por la distancia: tuve una hermana de fin de semana y hasta una extranjera de la que no supe mucho hasta que volvió esa tarde que revisó sus cajas y sacó el librito del Felipito el furibundo filibustero. Una tarde cálida, aunque era invierno en Mar del Plata, volvimos a encontrarnos. Yo todavía era chico, pero el cochecito era de otro. Ella era toda una madre.
Al tiempo apareció el periodismo y otras pasiones compartidas. Hubo un verano como Vecinos, y más de un temporal.
Hoy siento una deuda, como lector habitual aunque pasivo de este blog (…sabés, no soy de comentar), por no poder compartir este año el festejo, ese festejo que querías. Pero me ilusiona pensar que los mates puedan ser más seguidos, y habrá dulces aún en medio de las diagonales.
Feliz cumpleaños, hermanita