miércoles, enero 24, 2007

De los libros buscados, la miel y las ganas de leer


Leo en Historia de la Materia:


Me parece claro: la miel pone muy mala onda para despegarse del tarro y posarse sobre el pan con manteca. Hasta el último chorrito protesta, aprovechando nuestra torpeza matinal…Y cuando por fin logramos separarla de su frasco, chorrea en la mesa o en la taza. ¡Qué diferencia con el café o el té, que no lo dudan un segundo: adentro o afuera de la taza o la cuchara, nos separamos sin adioses interminables! ¿Cómo se pueden explicar semejantes diferencias ¿Por qué la miel chorrea tan lánguidamente? En realidad, todos los líquidos son complicados: hace muy poco que se han empezado a investigar estos problemas, y apenas se esbozan algunas respuestas…

Cuando por fín logro esparcir la miel sobre la tostada, la mojo en el café, volviéndola deliciosa y peligrosamente blanda. Es cierto, pierdo lo crocante de la tostada, que es muy difícil de analizar y controlar. Pero, por oscuras razones, mojarla parece aumentar su gusto. De a poco, el café avanza en la tostada, aumentando el riesgo de volverla demasiado blanda, con las consecuencias catastróficas que conocemos. Ya será muy tarde, entonces, para preguntarse por qué al café le gusta invadir la intimidad de la tostada.

Y justamente, aprovechando que estamos medio distraídos, una gotita de café logra escapar y cae sobre la mesa: saca sus patitas para tratar de amortiguar el golpe, pero no hay nada que hacer: ya está separada de sus amigas, solita en la mesa. Desconsolada, se evapora de a poco, dejando como leve protesta una pequeña mancha negra. Con mucha elegancia, ésta no cubre toda su extensión, sino que apenas la recuerda, rodeándola. Y uno se pregunta por qué los granitos de café se concentran en el borde cuando estaban al principio bien repartidos en toda la gota…


Anduve varios días de kiosco en kiosco buscando el librito. Y no era para mí. Pero las primeras páginas me atraparon. No pensaba leerlo, y aquí está, en mi mesa de luz, esperando que el destinatario original no se lo lleve pronto, y culpable de que otra vez me vaya a la cama esperando que el sueño no gane la pelea contra las ganas de leer un poco, como hacía tiempo no me pasaba.
Ahí estaba el “Ensayo sobre la lucidez” de Saramago, haciendo el intento. Seguirá allí, supongo, y logrará su cometido también.
Pero Historia de la materia de Pablo Jensen, un librito de divulgación científica del que en otros tiempos (ya muy lejanos) hubiera pasado de largo sin pensar, será sin dudas el primero que terminaré en 2007, ojalá el primero de la lista de los futuros libros consumidos no por descansar la mente, no por “agarrá un libro y distraete”, sino simple y llanamente por esas maravillosas y siempre bienvenidas ganas de leer.

6 comentarios:

debolsillo dijo...

Gracias por la felicitación, he paseado por tu sitio y me gusta, te he puesto un en lace en mi blog: Respuestas sin pregunta.

Lo de la viscosidad de la miel y otros líquidos es realmente curioso, en México (de donde soy originaria) existe la cajeta, no tengo otra manera de describirla que ésta: es como el dulce de leche(color, olor, seguramente se hace de forma parecida...), pero tiene esa resistencia de la miel, esa viscosidad, ese hacerse chorritos... Ni que decir tiene que su sabor cambia por eso.

Nat dijo...

Debolsillo: gracias por venir, de tanto en tanto, mientras siguen su camino, los blogs (como las personas) se encuentran y coinciden en algun punto que nos hace encontrar también a las personas, felicitarnos por los años cumplidos, por la persistencia, y esas cosas...

Del dulce de leche, ejem!, estás hablando con una especialista.
Es un producto que tiene decenas de consistencias distintas. Y sí, como la cajeta (manjar en Chile, supongo que todo es lo mismo), cada consistencia tiene su sabor diferente.
Aquí también hay de ese que parece tener la consistencia de la miel. Pero es problemático, te diré. Uno trata de evitarlo, sobre todo si lo va a untar sobre galletitas de esas con agujeritos. El "dulceleche" se va por lo "ujeritos", y bueno, se torna una tarea pegajosa (aunque igual de placentera).
Larga vida al dulce de leche :)
Besos

debolsillo dijo...

Encontré la canción que buscas, te la puedo mandar, pero necesito tu mail. Mándame un correo a debolsillo (arroba) gmail (punto) com

Nat dijo...

Otra vez gracias!

Ahora mismo la estoy escuchando :)

Anónimo dijo...

De reólogos y de locos, todos tenemos un poco.

Lindas disertaciones sobre mieles, mantecas, caféses, dulce´eleches… no aptas pa´alguien en ayuno, je. Pero es menester poner algo de claridad al asunto.

La miel, por empezar, no es algo CON o SIN onda. A lo sumo, perdón si ofendo, quienes se dan por untarla son los que debieran ser analizados. Y, de yapa, pretenden untarla sobre una tostada CON manteca… y luego mojarla en té/café???

No. Y sin entrar en detalles sobre consistencias adecuadas o estándares de la miel (más líquida y transparente, más dura y granulada…), vayamos, pues, a hablar de viscosidades y reologías, con permiso de don Isaac Newton, que debe andar por ahí, bajo algún manzano:

A qué hacemos referencia con “comportamiento” (y quizá, de ahí, “onda”) de esos fluidos (léase miel, manteca, café… bah, léase fluidos, porque eso dice) ante el acto de “untar” (que no es más que la consabida “deformación” del “fluido”? A sus características reológicas.

Cuando se intenta deformar al fluido, este exhibe, además de sus propiedades como el olor, el color o el sabor, un comportamiento mecánico característico, lo que provoca que unos fluidos se muevan con más dificultad que otros. El estudio de estas características físicas se denomina reología. Existe además otro concepto muy importante en Reología, la viscosidad, la que se define como la medida de la resistencia de un fluido a deformarse, producida por las fuerzas de fricción internas entre las capas adyacentes del fluido en movimiento.

Acá freno, y pido perdón por segunda vez… luego, sigo:

Como ejemplo de las características reológicas de los fluidos, podemos citar:

* La pintura (o la tinta de impresión) debe ser fácil de extender (máxima fluidez, disminución de viscosidad) en el momento de aplicación, y una vez depositada se debe volver más viscosa para que no se derrame, con el tiempo de aplicación).
* El aceite de girasol, o la leche deben mostrar una sensación agradable en la boca a la hora de digerirlos, manteniendo en todo momento un valor constante de viscosidad.
* El ketchup debe mostrar una disminución de viscosidad a la hora de agitarlo para que salga del envase.
* La harina de maíz mezclada con agua debe formar un producto muy viscoso al removerla rápidamente para elaborar productos alimenticios con gran consistencia y para evitar derrames en el recipiente en que se encuentra.
* La pasta dental debe mostrar una disminución de la viscosidad al momento de ser presionado para permitirse fluir, y luego aumento de viscosidad para permanecer estanco.
* El yeso, de rápida solidificación una vez aplicado

La miel, en tanto, pareciera que debiera tener comportamientos similares a la pasta dental, o a la pintura, o al ketchup, o al aceite de girasol, o…no, bueno, no como el yeso, claroestá. Ahora… insisto… para qué la miel? Pero, en resumen, debiera ser un fluido lo suficientemente poco viscoso para poder untarlo (lo cual contradice a los que gustan de la miel “durita, grumosa”), capaz de abandonar con facilidad el cuchillo o cuchara que lo transporta y adherirse al transporte (tostada, por ejemplo) que lo llevará hacia nuestra boca (aquí, la contradicción es de quienes utilizan la manteca… la cual, dadas sus oleosas características de lubricación, dificulta la adhesión, provocando más bien, que se pegotee el cuchillo con manteca+miel y provocando complicaciones posteriores), y luego adquirir características de viscosidad tales que por si misma, no pueda fluir hacia los bordes y hasta abandonar el citado transporte (implicando a quienes prefieren la miel con consistencias más líquidas)… o sea, le estamos pidiendo a la miel que se porte cuan dulce de leche!!! Ergo, la conclusión sería, no compremos gato por liebre (estamos hablando de comer, no de tener mascotas, de más está decir… no tan de más, quizá, porque igual lo digo…). Con esta conclusión, y discúlpomé (abusando de las disculpas y de los acentos) de quienes opten por la miel: haganse cargo, pues, y dejad de lloriquear!

Pasemos pues, una vez abandonada la miel y habiendo optado (con fundamentos físicos, amén de gustos) por el criollísimo dulce de leche (si, gándara… lástima… el Santa Brígida tampoco está tan mal…), a otros infames hábitos, como mojar la tostada sobre el café…

Hace falta seguir en el campo científico, explicar conceptos como “difusión”, “solubilidad”, “absorción”, “adsorción”? No? Qué bueno saber que se está hablando con gente que maneja tan fluidamente (cuan miel cristalina) esos conceptos!

Pues, entonces, para qué someter a la tostada a la posibilidad de que ingrese el líquido difundiendo a través de su matriz porosa adquirida al provocar la reacción del buen Maillard, para que se adsorba en sus interiores, se solubilice el fluido untado en el líquido-infusión, se desprendan incluso partículas de tostada que quizá hasta decanten e interfieran luego con el café en la lectura de la borra, pierda consistencia sólida y se corra el riesgo de inestabilidades que hagan que se doble (y hasta se rompa, en desmedro de viejos adagios), y, si se demora el ingreso a cavidades bucales, se revierta el proceso de adsorción (favorecido por efectos gravitatoriales) y se desprendan gotas que caerán sobre mesa o mantel o ropas? Se puede contestar eso???

Párrafo aparte… y copy-paste mediante, cito a “debolsillo”:

“en México existe la cajeta (…) tiene la resistencia de la miel, esa viscosidad, ese HACERSE CHORRITOS… Ni que decir tiene que su sabor cambia por eso”

Seguramente, y abandonando todo vestigio de catedraticidad (¿¿??) para dejar paso al malpensado que cohabita en mí, ni miel ni dulce de leche ni café ni nada puede compararse con el sabor del hacerse chorritos de la cajeta!!!!!!!!!!!!!!!!!

Pido disculpas, una vez más y van…

Nat dijo...

Mi estimado Zurdo:

Como ves traje el comentario aquí donde debía estar.
Lo bueno de mí es que tengo entre mi gente querida a físicos y quimicos que me explican estas maravillas...! (a propósito ¿peléanse los físicos con los químicos?, porque noté un tonito...)
La verdá yo no sé de reologías, solubilidades y difusiones. Estoy aprendiendo, pero ya saben que soy un poquito lenta para los mandados (es decir, para el entendimiento de estas cosillas complejas).
Estoy contigo en cuanto a la miel: la miel es para comer a cucharadas cuando a uno le duele la garganta. Punto.
El asunto de querer untarla en la tostada es otro tema. El que quiera celeste que le cueste. O el que quiera tostada con miel, que aguante el enchastre.
El asunto de mojar la tostada (con miel y manteca!) en el café, ahí también coincido, es verdaderamente demente. La criollita en el té, vaya y pase. Lo otro es una chanchada (pa colmo con la manteca el café se pone grasiento) aunque se lo perdono al amigo Jensen, por usar el ejemplo para "entrar" bellamente en explicaciones físicas, en un librito que ahora recomiendo.

Respecto a lo último: ¡bestia!. A ver ahora quien le facilita un diccionario mexicano-argentino argentino-mexicano a mi amiga debolsillo, para que entienda la gracia!. Miren que yo no estoy dispuesta a explicar cosa semejante :)

Un abrazo